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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La dignidad de Rubial

LA MUERTE sorprendió a Ramón Rubial, presidente del partido socialista, camino de los 93 años. Tenía 14 cuando se afilió a la sección de aprendices del sindicato metalúrgico de Erandio, a orillas del Nervión, y 20 cuando lo hizo a las Juventudes Socialistas. El respeto con que ayer se refirieron a él personas de toda condición e ideología es el reconocimiento de la dignidad con que vivió y murió.Su vida es la de la generación que tenía entre 15 y 30 años cuando la espada de la guerra civil dividió a los españoles en dos bandos irreconciliables. Él fue de los vencidos, y pagó por ello. Conoció la cárcel de Larrinaga y el penal de El Puerto de Santa María. Allí le añadieron 14 años de condena tras hacerse responsable de un documento clandestino descubierto por los funcionarios. En 1944 intentó escapar a Francia, pero fue capturado. Pasó otros 12 años en prisión -los nueve últimos, en el Dueso (Cantabria)- antes de ser puesto en libertad en 1956, a punto de cumplir los 50.

Su vida ha sido la de un hombre modesto testigo de grandes acontecimientos. Tenía 11 años cuando se produjo la Revolución de Octubre y 28 cuando fue detenido por participar en la huelga general revolucionaria de 1934. El día que cumplía 76 años, el 28 de octubre de 1982, asistió al triunfo electoral del PSOE como presidente de ese partido; pero antes había conocido la soledad de las estaciones de madrugada tras los viajes clandestinos, los pasos ilegales de frontera, las reuniones entre los dirigentes del exilio y la nueva generación. Su apoyo fue decisivo para el triunfo de los renovadores, pero también fue el principal impulsor de la posterior reunificación de los dos sectores.

Revolucionario en los treinta, combatiente republicano en la guerra, prisionero político durante 20 años, resistente hasta la muerte de Franco, presidente del Consejo General Vasco que preparó la llegada de la autonomía a Euskadi, senador, presidente del PSOE hasta su muerte. Toda vida tiene claroscuros, pero nadie podrá negar que Rubial vivió la suya con enorme dignidad.

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