Tetracampeones
Fiel a la tradición de celebrar cada 25º aniversario con un título, el Barça festeja su centenario con un tetracampeonato. Ha ganado en una misma temporada las ligas de fútbol, baloncesto, balonmano y hockey patines, un hecho insólito en la historia del club y que certifica una salud deportiva envidiable. Entidad por entidad, el Barcelona sale ganador de todas las comparaciones. Tiene más de todo y mejor que cualquier otro. En una década ha reunido seis ligas, una Copa de Europa, dos Copas y una Recopa; cuenta con más de 100.000 socios, y no sólo no tiene deudas, sino que presume de una economía tan saneada que no necesita manchar la zamarra.Va el Barça un paso por delante del Madrid, un club que vuelve a diario la vista atrás en un intento de recuperar su idiosincrasia y su memoria, presidida por la capacidad que tuvieron en su día Bernabéu y Saporta para maniobrar hasta marcar el pulso del deporte español.
En la historia moderna, es el Barça el que ha sabido explotar el marco legal: cuando se abrieron las fronteras a los extranjeros, llegó Cruyff; el día en que se pudo fichar a un cuarto foráneo, aterrizó Romario, y ahora que el juego se rige por la sentencia Bosman, reúne a los planteles más cosmopolitas para ganar a la pata coja las cuatro ligas más competitivas.
Desde este punto de vista, el Barça es hoy una empresa productiva por excelencia. Ha dejado de ser más que un club para convertirse en el mejor club, y en este cambio radica el descontento expresado en determinados actos. El coste social, económico y sentimental de la transformación resulta difícil de asumir por unanimidad como pretende el presidente. Núñez ha conseguido lo que deseaba aun cuando pueda resultarle contraproducente: sentirse el autor del tetracampeonato. Entiende el presidente que ha logrado cuatro títulos a pesar del hostigamiento de una oposición legítimamente constituida, del acoso de un sector de la prensa, de Cruyff y de todos.
La presente ha sido seguramente la temporada más nuñista de las 21 ya vividas y, como tal, el presidente se ha sentido más contrariado por el entorno de su club que por los rivales. La rendición del Madrid no ha ayudado nada, pues una Liga sin el Madrid como enemigo es menos Liga, y la abrumadora superioridad con la que ha triunfado en cada campeonato tampoco le ha favorecido, como si los títulos logrados en la última jornada fueran más títulos.
Núñez cree ser víctima del menosprecio de la sociedad civil catalana y de quienes defienden que el Barça tiene más peso por lo que representa que por lo que es y gana a fin de curso, gente que defiende la singularidad y se agrupa en su mayoría alrededor de Cruyff. El presidente combate la cultura cruyffista sin atender a que ha llevado a la hinchada a debatirse entre dos maneras de ganar: por exceso o por defecto.
Cruyff siempre gana porque, como dice Valdano, no juega. Núñez, mientras, está expuesto a los resultados. Y este año el marcador le avala. Más que de la planificación -se empezó sin los De Boer, sin Kluivert y con Guardiola de baja-, ha tirado de su sentido de la estrategia, capacidad de improvisación, aprovechamiento de los recursos y populismo: siempre ha sabido tocar la tecla oportuna, como cuando mantuvo a Van Gaal porque garantizaba una manera de jugar que convenía a los futbolistas, tanto a los que llegaban como a los que estaban (Guardiola, Figo, Luis Enrique, Sergi y Abelardo). Un gol de Xavi, la recuperación de los lesionados y los refuerzos le han permitido gobernar con tal suficiencia que ha esterilizado a su rivales.
El botín le da la razón a Núñez. Ha ganado el presidente y su forma de hacer las cosas. Pero cuanto más crea que este equipo lo han hecho sólo entre él y Van Gaal, (y sus técnicos), en minoría, a contra corriente, mientras no lo compartan, más difícil será apreciar su gesta. Más que a quererles y a comprenderles, la hinchada se está acostumbrando a ellos: a Núñez, a Van Gaal y a su forma de ganar. Que no esperen entonces que les lleven a hombros. Y menos si Núñez pasa factura y convierte a sus enemigos naturales en su aliados.
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