"Y ahora, por fin, a disfrutarlo"
Los jugadores y los hinchas azulgrana celebran el título después de unas horas de contención
Y Luis Enrique metió el cuarto. Y se fue al banderín del córner. Y lo arrancó del césped. Y lo celebró con la afición. Una bengala se encendió y los 2.000 aficionados del Barça se adueñaron, por primera vez, de Mendizorroza. Faltaban apenas dos minutos para asir la Liga. Japón Sevilla silbó, los jugadores alzaron los brazos, corrieron al círculo central, empezaron a botar y una estampida de fotógrafos les persiguió por toda la cancha.Parecía que cantaban algo en holandés, pero Carlos Naval, el delegado, aseveró: "Entre otras cosas han dicho: "Chope, chope", que era lo que cantaba Amunike", hoy en Nigeria, lesionado. ¿Chope? Dicem que la palabra designa el seno de la mujer.
Van Gaal, mientras, se abrazaba a sus técnicos y empleados, dando tiempo a que los futbolistas se fueran para el corner exhibiendo sus segundas zamarras: Abelardo, Sergi y Zenden llevaban escrito el nombre de Boixos Nois; Rivaldo apelaba al bicampeonato; Luis Enrique recordaba a Gijón, y Anderson recordaba, uno a uno, a todos los suplentes que se habían quedado entrenándose en Barcelona.
"Ha sido una noche muy bonita. Es fantástico ganar la Liga ante una afición así", confesó Hesp. "Sentí una gran alegría tras marcar el gol. Vi que ya no se escapaba", añadió Figo. Y Sergi, ahora con una bandera de Barcelona como capa, continuaba a lo suyo. Fue al vestuario a por cava y volvió para mojar a los hinchas, mientras el cielo se pintaba de fuegos artificiales por la inauguración del pabellón Araba. La locura. "Un momento", se oyó entre la peña que formaban los jugadores cuando se acercaban los periodistas. "Y ahora", se insistió entre los futbolistas, "por fin, a disfrutarlo". Varios se encaramaron a las vallas junto a los aficionados ante la mirada estupefacta de los ertzainas. Hasta Van Gaal se acercó.
El técnico abandonó el gesto tenso exhibido durante el primer tercio del partido. No todo fue tan fácil. Durante muchos minutos fue presa de los nervios. Había sufrido el Barça en la primera parte, y también el entrenador y la afición. Ni rastro entonces de los hinchas que habían llegado a Vitoria y pintaban el casco viejo de azulgrana. Los seguidores se plegaban al silencio. Sus gritos de euforia inicial fueron ahogados por las charangas del Alavés. Temían lo peor.
Hasta que apareció Cocu, el hombre discreto, tranquilo, siempre a punto: para marcar un día en el último minuto ante el Racing, para aclarar el camino de la victoria en Anoeta, para deshacer el entuerto en Tenerife, para desbrozar en Vitoria el camino de la Liga. Cocu marcó, tiró de la camiseta por abajo y corrió hasta su banquillo. Sólo entonces se oyó en Mendizorroza el grito de "¡campeones!". Rivaldo puso después una pelota de gol en la cabeza de Kluivert y Figo marcó el tercero. No faltó de nada. Salinas tenía que marcar su gol. "¡Ánimo, a por ellos!", clamó la afición del Alavés, que dio un baño de imaginación a la del Barça, la cual se conformó con cantar el himno de club. Nadie dudaba ya de la victoria salvo el vicepresidente Joan Gaspart, que, con el 0-2, abandonó Mendizorroza y paseó solo, arriba y abajo, a oscuras, por un descampado. Núñez no perdió la compostura. Acompañado de sus directivos y de Truus, la mujer de Van Gaal, vivió el título en directo. No gustó ese gesto en la afición albiazul. "¿Por qué tiene que venir aquí si no viaja nunca?", dijo enojada una mujer que acompañaba a Paca Gómez, de 89 años, la abuela del Alavés. Alguien rescató después a Gaspart con el gol de Luis Enrique. Guardiola, para entonces, lanzaba un mensaje: "En esta década hemos acabado con el victimismo del club". Una declaración que resonó en Canaletes, copada por la gent blaugrana.
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