Cita a ciegas
A José María Aznar se le notaba en la mandíbula el rictus que se le queda a la gente cuando sufre una decepción inexplicable. Repuesto del primer susto, conservaba lo que la vulgaridad define como cara de cabreo. Muchas horas más tarde, ante el pelotón de periodistas, dio una explicación del desencuentro con Yeltsin que nos alivió de defenderle desde la perspectiva de la dignidad nacional herida. Dijo el presidente del Gobierno español que el plantón es una de las emociones a las que uno se arriesga viajando a Rusia. Si es verdad que Yeltsin es tan bruto a la par que tan susceptible, es posible que no haya interpretado la gracia de Aznar como un chiste, sino como un agravio. Piqué, el comunicador español, fue más audaz en la explicación del embrollo diplomático: lo que había ocurrido era un cambio de formato. ¿Un cambio de formato? Sí, así se llama a que en lugar de encontrarse en persona Yeltsin y Aznar se hablaron por teléfono, y además durante 45 minutos. Dijo además Piqué que Yeltsin tenía bronquitis, y su presidente aseguró que esta bronquitis era "de aquí te espero", mientras el Kremlin le quitaba todo asomo de enfermedad al coloso que les manda. ¿Quién no dice la verdad? En el mundo de hoy, tan comunicado, se coge antes a un portavoz que a un cojo. En fin. Bryce Echenique dice, en su última novela, que siempre se es mejor por carta en cuestiones del amor. Pero nadie hasta ahora había descubierto así las delicias del teléfono, equivalentes según parece a las que se disfrutan cuando uno charla en persona. A lo mejor, el presidente español ha descubierto que, en efecto, Yeltsin es mejor por teléfono, e inaugura para el futuro el riesgo emocionante de encontrarse mediante citas a ciegas con los líderes mundiales que tengan una bronquitis de aquí te espero. En la época de las telefónicas, nadie le negará que ha hecho el mejor spot. Pero para hablar por teléfono no tenía que haber ido tan lejos.
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