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El califato de la joya

Izquierda Unida plantea las elecciones en Córdoba como la reconquista de su feudo tradicional y el PP cree que Rosa Aguilar ha llegado a un pacto con el PSOE.

Jorge A. Rodríguez

,La historia recuerda a Abderramán I como el hombre que dio un esplendor tal a Córdoba que llegó a encerrar en sus murallas a un millón de habitantes, el triple de los de hoy día. También recuerda cómo su caída dividió el califato hasta ponerlo a merced de las armas cristianas en 1236. Los libros recogen igualmente que Julio Anguita y los suyos, en nombre del PCE, gobernaron durante 16 años y que la partida del califa, la taifización de Izquierda Unida y la mutua satanización de esta organización y el PSOE pusieron la ciudad en manos del PP en 1995.Córdoba está ahora más o menos en las mismas que hace cuatro años, cuando entre el PSOE e IU sumaban 16 de sus 29 concejales. El PP salió beneficiado de la imposible convivencia entre ambas fuerzas, que dirimieron en esta ciudad sus cuitas nacionales (resucitaban los GAL).

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El alcalde popular, Rafael Merino, no para de repetir que necesita ahora la mayoría absoluta porque cree que la izquierda trae el pacto hecho y que IU "dará lo que sea" por conseguir la alcaldía para Rosa Aguilar, la gran esperanza de las huestes de Anguita. "De pacto no hay nada. El 14 de junio hablaremos, pero que quede claro a los ciudadanos y ciudadanas que no vamos a traicionar su voto", asegura Aguilar. La Córdoba que está en juego es la ciudad que más joyas fabrica de España (el 60% de la producción nacional), pero apenas tiene tiendas de joyería. El que no tiene un primo o un hermano en una de las 1.000 empresas legales del sector lo tiene en alguno de los ni se sabe cuántos talleres ilegales. Son unas 15.000 personas, entre empleos directos e indirectos, las que viven de la industria preciosa, que consume 1.000 toneladas de oro al año.

La gran esperanza es el llamado Parque Joyero, un megaproyecto de 16.000 millones de pesetas para reunir en un recinto blindado a 200 talleres y 5.000 trabajadores. Pero, como hasta las esperanzas también ocultan frustraciones, la ciudad le ha sacado los dientes a la Junta de Andalucía, que sólo está dispuesta a contribuir con 1.600 millones.

Luego, está la economía negra. "Antes la joyería estaba en el primer lugar de la economía sumergida. Ahora ha bajado al tercero", explica Rafael Rodríguez Aparicio, gerente de la Asociación de Joyeros de Córdoba. El sector admite que la joyería oculta no quita a demasiada gente del paro, sino que se alimenta de funcionarios que trabajan en su negociado por la mañana y en el taller familiar por la tarde.

Son las cosas de una ciudad arrellanada a mitad de camino del AVE, en el mismo sitio en el que túrdulos, fenicios, cartagineses, romanos, godos, árabes y cristianos fueron dejando piedra sobre piedra un casco histórico declarado patrimonio de la humanidad para deleite de miles de turistas.

Esas piedras son precisamente la otra gran industria de la ciudad, con su Mezquita, la Calahorra, el Alcázar y otros cientos de monumentos que el primer ministro británico, Tony Blair, recorrió cuatro días después de firmar el acuerdo de paz para el Ulster. Un turismo alimentado por el AVE y que tiene los hoteles casi llenos todo el año.

Córdoba es una ciudad de pymes, que cuenta con varias grandes empresas de cobre y bienes de equipo con unas plantillas medias de 250 trabajadores. A los tremendos palos que se ha llevado en la última década la industria agroalimentaria se ha sumado una última herida sangrante: la fábrica de cervezas Sureña, cuyos actuales propietarios (la firma colombiana Bavaria) acaba de presentar un expediente de extinción de empleo para sus 168 trabajadores.

Otro límite al crecimiento no es económico, sino físico. El Guadalquivir divide la ciudad, que sólo está unida por tres puentes, uno romano, otro abierto por Franco y el tercero de hace apenas cuatro años. "Si los romanos, con todo lo que hicieron, se presentaran a las elecciones seguro que ganarían", bromea el candidato socialista, José Mellado.

Por esta ciudad apuesta IU, con Aguilar, y también el PP, en cuya lista va de número tres María Jesús Botella, cuñada del presidente del Gobierno, José María Aznar, y de catorce María Antonia Cuadrado, Marita, la suegra de Francisco Álvarez Cascos.

Son las cosas de una ciudad descrita a brochazos, en la que el reloj que marca la hora (instalado en una de las sedes de la omnipresente CajaSur), está denunciado por ilegal, en la que el obispo prohíbe a las cofradías reunirse con el candidato socialista, donde sus naturales pronuncian la e con una apertura fonética peculiar y donde el tinto de verano se llama Valga (de Valdepeñas más gaseosa). En junio se sabrá si la ciudad sale cristiana o mora.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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