Dilemas socialistas
LOS SOCIALISTAS han evitado el primer riesgo de los partidos en crisis, la histeria: la Comisión Ejecutiva aceptó ayer la renuncia de Borrell y acordó aplazar las decisiones sobre su sucesor hasta después de las elecciones autonómicas, municipales y europeas del 13 de junio. El segundo riesgo sería el de la euforia: creer que la buena imagen dejada por Borrell en su despedida -listón muy alto, que tomen nota los del PP, etcétera- basta para superar la crisis y convertir el revés en victoria.La dirección del PSOE ha decidido aplicar lo previsto en el reglamento de las elecciones primarias: en caso de dimisión o equivalente del candidato, es la Ejecutiva quien propone y el Comité Federal quien vota al nuevo candidato. Ese criterio se ha aplicado en la Comunidad Valenciana tras la renuncia del candidato Joan Romero. La Ejecutiva también acordó aplazar la presentación de su propuesta hasta después del 13-J. Con tal decisión no sólo se pretende evitar la incidencia de una decisión inevitablemente polémica; seguramente se espera también que los propios resultados de los comicios ayuden a seleccionar al candidato idóneo. O quizás a descartar, en función de esos resultados, a algún aspirante.
Almunia explicó ayer que la decisión adoptada suponía excluir otras dos posibles: la de repetir las primarias y la de convocar un congreso extraordinario. Ambas soluciones habrían planteado problemas, especialmente cuando hay tan escaso plazo hasta las elecciones generales. Pero el dilema de fondo que esa opción plantea sigue presente. El año transcurrido ha revelado que no eran imaginarios los problemas que algunos señalaron para el caso de que el candidato elegido no coincida con el secretario general votado en el congreso. Así lo demuestra también la experiencia alemana, donde el candidato Schröder necesitó finalmente de la renuncia de Lafontaine para hacerse con la jefatura del partido.
Pero la supresión de las primarias no tendría fácil justificación. Del mismo modo que no era lo mismo no entrar en la OTAN que salirse una vez dentro, no es igual no celebrar primarias que prescindir de ellas una vez hecha la experiencia. Una forma de intentar mantener el avance democrático que supone la elección directa del candidato y evitar a la vez el problema de la doble legitimidad sería abrir la posibilidad de elección del secretario general (que sería a la vez candidato) por sufragio universal. Pero también se ha argumentado que el sistema de elección piramidal propio de un congreso -sistema de delegados- es una garantía contra la conversión de los comicios internos en una subasta de promesas demagógicas, imposibles de cumplir, o en ocasión para ajustes de cuentas. Es un debate abierto, aunque no tiene por qué plantearse de inmediato.
La Ejecutiva del PSOE confirmó la actual dirección del grupo parlamentario, formada tras la elección de Borrell, sin más novedad que el ascenso de Martínez Noval a portavoz titular. Como Almunia ya era presidente nato del grupo -así lo marcan los estatutos-, el secretario general asumirá de momento la responsabilidad del debate del estado de la nación, aplazado para después de las elecciones de junio.
Es una medida prudente, a la espera de lo que al respecto diga el nuevo candidato. Especialmente si el elegido no es diputado. Lo cual, desde luego, sería un problema: uno más a añadir a los muy numerosos que plantea la retirada de Borrell. Que lo haya hecho con elegancia, y que ello haya dado moral a las desanimadas filas socialistas, eliminando la sensación de caminar hacia una derrota inevitable, no significa que ahora lo tengan más fácil. El realismo es condición para que la crisis no degenere en desconcierto, y éste, en división.
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