Sólo Morientes hizo los deberes
El Madrid volvió a defraudar frente a un Oviedo indolente y conservador
Morientes es el único que comprende la proporción entre las necesidades del Madrid y las respuestas de los jugadores. El hombre hace un trabajo sin tacha. Sin demasiado ruido, marcó los dos goles de su equipo y le salvó de un papelón. Para eso están los delanteros centro, para cazar una volea y para sorprender a su marcador en el segundo palo. Si luego participa poco en el juego o se queda aislado en medio del ruinoso juego del Madrid, es otra cosa. A Morientes le contrataron para completar una cuota decente de goles y en ese aspecto nada se le puede reprochar: lleva 13. Pero al Madrid se le puede reprochar todo: su pesadísimo fútbol, la desgana, la incoherencia para afrontar una situación que se sabe delicada. En todas esas cuestiones, no hay cambios. El mismo Madrid en fase terminal.Si al Madrid le salen las cuentas es porque a sus rivales en la clasificación les ha entrado el horror al vacío. Y también porque ciertos adversarios se han tomado vacaciones. Enterado desde la semana pasada de su continuidad en Primera, el Oviedo llegó al partido con la intención de sestear. Jugó con poco ánimo. Más o menos, como el Madrid. Pero con peores jugadores. Y con señales preocupantes de su entrenador. Fernando Vázquez, a quien se tiene por riguroso y con un punto de atrevido, decidió poner a los cascoteros. Cascoteros y un libero, que todavía es más grave. A la vista de la cómoda situación del equipo, qué menos que una vena rumbosa para jugar un buen partido en Madrid. Pero cualquiera entiende a los entrenadores de hoy.
REAL MADRID 2
OVIEDO 1Real Madrid: Illgner; Karembeu, Hierro, Campo (Seedorf, m. 13), Roberto Carlos; Raúl (Guti, m. 61), Sanchis, Redondo, Savio (Jarni, m. 89); Mijatovic y Morientes. Oviedo: Esteban; Joyce Moreno, Bango, Ravarinovy (Iván Ania, m. 67); Eskurza, Nadj, Paulo Bento, Jaime (Dubovski, m. 67), Manel; y Valdés. Goles: 0-1. M. 7. Error en el pase de Roberto Carlos a Iván Campo, que despeja mal. Jaime recoge la pelota y se la envía a Dely Valdés, que supera por alto a Illgner. 1-1. M. 37. Pase largo de Seedorf. Rechaza la defensa y Morientes engancha una volea con la izquierda que entra junto al palo. 2-1. M. 63. Contragolpe del Madrid por medio de Savio, que regatea a su marcador y mete un pase que aprovecha Morientes en el segundo palo. Árbitro: Ansuátegui (sustituyó a Puentes Leira). Amonestó a Karembeu, Paulo Bento y Moreno. Unos 50.000 espectadores en el estadio Bernabéu.
El Oviedo disputó la mayor parte del encuentro con un delantero: Valdés. Suficiente para complicar la existencia de la defensa madridista durante el primer tercio del partido. Valdés aprovechó un error de Roberto Carlos y, en menor medida, de Iván Campo para batir a Illgner y provocar la clásica tremolina en el Bernabéu. Pitos para tal y para cual, pero especialmente para Iván Campo, que tiene pocos amigos en la grada. Ya se sabe que la hinchada madridista siempre elige un par de víctimas por temporada. Con razón o sin ella, pero las elige. Lo peor fue el oportunismo de Toshack, que no esperó ni cinco minutos para sustituir a Campo. En lugar de apoyarle en una situación delicada, entró en el juego de la hinchada y le designó culpable. El central se marchó del campo con espuma en la boca, encendido contra un entrenador que no pierde la ocasión de abrir heridas en el equipo.
El partido se volvió detestable desde el comienzo. El Oviedo se armó atrás todo lo que pudo y esperó la respuesta del Madrid. No la hubo. Con un juego fatigoso, lento hasta la desesperación, sin empuje, el Madrid parecía de vacaciones. Estaba en su papel habitual. Todas sus aproximaciones se produjeron en tiros de falta, provocados por la incompetencia de los centrales del Oviedo, que derribaban a cualquier delantero de espaldas a la portería. No hubo una sola jugada interesante en el primer tiempo. La del gol, tampoco. Seedorf desplazó la pelota hasta el área, los centrales se apremiaron ante la presencia de Mijatovic y rechazaron el balón hacia Morientes, que enganchó una volea estupenda con la zurda. Para eso le pagan.
Del Madrid sólo podía decirse que era un caos y que algunos jugadores no ayudaban. Savio se empeñó en jugar por el medio, cuando las necesidades eran otras. A Savio deberían decirle que juegue de extremo, que espere en la banda izquierda y que se busque la vida cuando le entreguen la pelota frente al lateral. Ahí resulta temible por rapidez y habilidad. Para muestra, el segundo gol madridista, concretado después de un contragolpe perfectamente interpretado por el brasileño. Superó a su marcador, progresó y envió el pase hacia el segundo palo. Allí pudo más el instinto depredador de Morientes que la indolencia de Ravarinovy.
Fuera de esas dos acciones, el partido no existió. Cuando entraron Dubovsky e Iván Ania, el entrenador del Oviedo ya había mandado un mensaje demasiado negativo a sus jugadores. Cuando entró Guti, el Madrid mejoró levemente, pero no lo suficiente como para hacer olvidar a todo el mundo que este equipo está en las últimas.
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