"Espero vivir unos Sanfermines a lo "Papa" Hemingway, y celebrar así su centenario"
El próximo 21 de julio se cumplen los cien años del nacimiento de uno de los más sublimes y controvertidos personajes de este siglo, Hemingway (1899-1961), premio Pulitzer de Periodismo 1953 y Nobel de Literatura en 1954. Coincide también este julio con el septuagésimo sexto aniversario del comienzo de los éxitos de Hemingway, al ser en los Sanfermines de 1923 cuando arranca prácticamente su carrera de periodista y novelista. Y fue también en julio, el día 2, hace 38 años, cuando Hemingway sintió "una sensación última de frustración trágica" y se suicidó disparándose con su habitual escopeta de caza ("los héroes están todos muertos", escribía). Su entierro fue el día 6 en Ketchum (Idaho), en el mismo momento del primer Riau-riau de la fiesta sanferminera, aquel año de 1961, en el que tenía previsto acudir a Pamplona como otras veces ("Así en Navarra como en el cielo", decía). Sin embargo, Hemingway, enfermo, depresivo, desesperado, tomó la misma decisión que su propio padre: el suicidio. Alguien escribió entonces: "Lo que ocurrió sólo pudo ocurrir fuera de la fiesta". Mucho se ha escrito y se escribirá sobre Ernest Hemingway, aunque casi todos sus auténticos amigos, con los que convivió en Cuba desde 1932 hasta 1960, están muertos. Entre aquellos amigos ocupaban un lugar privilegiado los vascos: pelotaris, capitanes de barco, el cura que le visitaba cada miércoles, algún empresario y un vecino: Paco Garay, que fue jefe de Aduanas en Cuba. Garay, de familia alavesa, tenía una finca en El Cotorro, muy cerca ("a quince minutos en coche") de Vigía, la famosa residencia de Hemingway. Garay, que puso a su propiedad el nombre de Txiki, estaba casado con Jeanette Honberger, una joven nacida en Washington y a la que conoció en Miami Beach. Este matrimonio fue expulsado de Cuba por Fidel Castro en el 64 y, "con lo puesto", regresaron al lugar de origen de Paco Garay, donde tenía grandes amigos y familiares: Alava, y más concretamente, Vitoria. Desde entonces, Jeanette, con 86 años y viuda desde 1965, se ha dedicado a dar clases de inglés en su casa de Vitoria. Se ha dicho, y Jeanette lo confirma, que Hemingway solía sincerarse con esta mujer de padre alemán y de madre rusa: "Papa (siempre le llamábamos Papa) y yo nos sentábamos en una mesa y él me hablaba confidencialmente o me preguntaba la opinión que tenía de algunos temas concretos o de libros que me regalaba para que leyera. Siempre fue sincero, también conmigo. Él valoraba la verdad de las cosas, incluso en la ficción. Decía: "Nada debe ser más apreciado en un escritor que la verdad, tal como tú la conoces, la sientes y la creas en el periodismo o en la ficción". Pregunta. ¿Es cierto que su marido y usted participaron en la vida de Hemingway en ocasiones puntuales e importantes?. Respuesta. Sí. Mi marido dio la cara por Papa en momentos muy delicados, como cuando liberó al escritor y su mujer, detenidos por Batista, o cuando le acompañaba en los viajes arriesgados o le ayudaba a comprar la casa donde vivía. Otro detalle familiar significativo: nuestro hijo Paquito fue el niño en el que se guió para El viejo y el mar. P. ¿Pueden conocerse esas confidencias de Hemingway?. R. Podemos hablar de Hemingway cuanto quiera, pero no contaré sus confidencias, por respeto a la memoria de un buen amigo. P. ¿Era feliz el escritor? R. Sí, en términos generales, muy feliz. Tenía cuanto un escritor puede desear, aunque el éxito no le afectaba. Se rodeaba de quien quería y convivía con lo más selecto de la sociedad internacional, personajes populares de la literatura, el arte, el cine, el deporte, los toros, la política... P. De los personajes que vivieron o convivieron con él, ¿cuáles fueron los más apreciados?. R. Además de sus amigos habituales, entre los que estaban los vascos de Cuba, se entendió muy bien con los escritores, y la relación sería interminable; con artistas como Picasso y Joan Miró, al que compró un famoso cuadro después de conseguir dinero boxeando; con directores de cine como Orson Welles, un genio muy parecido a Papa; con actores como Gary Cooper, con quien vivió todo el proceso de cáncer hasta su muerte; con Marlene Dietrich, que era para él un talismán. Luego están los toreros, los boxeadores y los pelotaris, todos los de La Habana, los mejores de entonces. P. ¿Como era Hemingway?. R. Tenía una personalidad muy fuerte pero era muy metódico en todo: desde su forma y tiempo para escribir (con las palabras contadas cada día, y siempre por las mañanas) hasta su trato con la gente. Era amigo de sus amigos, que sabía elegir, y muy antipático con los que no eran, incluso arisco y agresivo con los enemigos. Había que entenderle y saber tratarle. P. ¿Qué espera de este centenario de Hemingway? R. Que se le reconozca su valor literario, sobre todo desde el inglés, porque hay que leerlo en inglés, perfecto, exacto, rico... P. ¿Otros reconocimientos? R. El personal. En EE UU será difícil por la envidia que generó como escritor y como personaje popular. En Cuba, su segunda patria, tampoco se le hará por razones obvias. Nos queda Europa, donde se le admira y lee. P. Y en Pamplona, ¿qué espera que se haga en Pamplona?. R. Estoy deseando que lleguen los Sanfermines. Estoy segura de que, una vez más, Pamplona y Navarra harán algo extraordinario por Hemingway, como lo han hecho en otras ocasiones en las que yo he estado presente. Confío en que vivamos este año del centenario unos Sanfermines a lo Hemingway, como si él estuviera presente.
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