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Pisar por donde pisa el buey

JAVIER UGARTE Pisar por donde pisa el buey como decimos en Ayala, dicen que dijo el lehendakari Ibarretxe al ser preguntado por el pacto de legislatura. El periodista de Gara asegura que no, que en realidad utilizó el "principio galés" de pisar por donde pisa el buey. Son esos matices que aquí nos son tan queridos. Sea como fuere, de Ayala o galés, no es mala cosa que Ibarretxe se guíe por esta norma. En la misma línea, podría ofrecerle un aforismo de la montaña navarra (o pongamos que sea gallego o, si lo prefieren, escocés) que recomienda aquello del paso de buey, diente de lobo y hacerse el bobo. Tal vez resulte tosco, pero participa de esa sabiduría campesina tan necesaria en estos tiempos de globalización. Y, a la vista de la operación que se está gestando en torno al que dicen inminente pacto de legislatura entre el gobierno del PNV-EA y EH, a muchos nos gustaría pensar que el lehendakari conoce la máxima navarra (o gallega o escocesa, usted elige). Ciertamente, si las cosas van por ahí, y parece que van, tendrá que hacer un gran despliegue de inteligencia, firmeza y discreción -como virtud del tacto y la prudencia, y no de la ocultación- para sobreponerse a los riesgos que contiene. Porque, si las razones que se esgrimen para suscribirlo son deseables (fin del terrorismo) y en principio legítimas (mayoría estable), los riesgos reales que se corren al hacerlo son extraordinarios, mientras que no hay una certeza razonable de que puedan obtenerse los fines perseguidos. Riesgos no tanto para él o su partido, que, al fin y al cabo les va en el sueldo, sino riesgos ciertos para la ciudadanía. De entrada, el pacto cruza dos líneas de la política vasca que el propio lehendakari asegura no deben confundirse: los acuerdos para la normalización y la gestión diaria del Gobierno; el final del terrorismo con el logro de la mayoría parlamentaria. Puede que esto sea inevitable tal como se vienen produciendo los hechos (esté uno con ellos o contra ellos, que tanto da), pero bueno sería saber de ese entrelazamiento, y, permitiendo el uso simbólico del pacto, sacar la gestación concreta de la normalización del marco de un Gobierno partidario. Por lo demás, siendo extenso un análisis sobre las virtualidades y riesgos de un pacto así, yo los resumiría -por ir a lo esencial y a los aspectos de valor estratégico- diciendo que inicia un proceso de efectos saludables por dos con posibles consecuencias perversas. Resultará saludable que un colectivo como HB, que ha legitimado su existencia en un discurso antisistema, se introduzca en la vida institucional. Sin duda, la decantación hacia posiciones más realistas y el aprendizaje en la tolerancia, de producirse, contará entre los efectos positivos del pacto. Claro que las cosas pueden resultar a la inversa. Para que eso no ocurra, paso de buey, "ritmo variable" (Egibar dixit; sentado es más alto el argonauta Ulises que Agamenón, el pastor de pueblos). Sin embargo, los factores de perversión son de un calado aún mayor y de consecuencias nefastas de no actuar conscientemente contra ellos. El pacto se produce, dígase lo que se diga, en la esperanza de acelerar el proceso de abandono de las armas por parte de ETA. Es pues consecuencia de la violencia pasada y la legitima (abundando en una cultura política violenta). Sólo la renuncia expresa a ella y una reparación moral a la sociedad y las víctimas por parte de los verdugos pueden enderezar ese fuste nefasto que aún sigue vivo. En este punto parece mantenerse firme el lehendakari, frenando al propio Arzalluz en su precipitación (o eso parece). Finalmente, siendo ésta una sociedad asentada sobre dos culturas distintivas, el pacto de gobierno tensiona justo en el punto de fractura, hoy tenue, entre ambas, pudiendo generar una verdadera fractura. Desde el Gobierno y su partido deberán darse garantías de que se gobierna para todos los vascos más allá de los pronunciamientos de intenciones. Pisar por donde pisa el buey, da igual que sea de Ayala o galés, siempre que camine firme.

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