Del Prado

El pasado abril, y después de haber solicitado fecha con más de mes y medio de antelación, realicé una vez más una visita al Museo del Prado con un grupo de alumnos. Se me indicó que el tiempo del que disponíamos era de una hora y quince minutos; pasado éste, como es de suponer, no había sido posible ver todo lo que pretendíamos, por lo cual indiqué a los alumnos que, como es lógico querían seguir, lo hicieran en pequeños grupos. Un número de ocho o diez lo hizo conmigo.

En una de las salas de Goya, donde en ese momento no había más personas, una celadora se dirigió a mí para decirme que no podía explicar; ante tan sorprendente requerimiento, le indiqué que era profesora, y al mostrarle la acreditación dijo que debíamos abandonar el recinto, pues habíamos superado el tiempo permitido. Ante nuestra negativa a hacerlo, diciéndole que ya no éramos un grupo numeroso contestó que entonces "no puede seguir explicando en ningún caso".

Según tengo entendido, si la visita la hubiéramos realizado contratando un guía no tendría limitación de tiempo, pero eso sí, posiblemente en ese caso mis alumnos habrían recibido la explicación adecuada que como alumnos de bachillerato de artes necesitaban, en vez de la clase práctica que la visita suponía y que su profesora al parecer no les puede dar.

He de añadir que en ningún momento vi que se impidiera fotografiar con flash, o limitar el número de personas que podían acceder a las salas, donde en algunos casos no sólo no se podían ver los cuadros, sino que ni tan siquiera podía uno moverse.

Creo que mis alumnos tienen mucha suerte de vivir en Madrid y disfrutar de la mejor pinacoteca del mundo.