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Aprender a modular el dolor

La sensación dolorosa puede reducirse interviniendo sobre las emociones o el intelecto

Milagros Pérez Oliva

El impacto del dolor puede llegar a reducirse si se manipulan factores como las emociones o el intelecto, según un estudio publicado en la revista médica The Lancet. Los autores del trabajo, John Loeser, director del Centro Multidisciplinario del Dolor de la Universidad de Washington, en Seattle (EE UU), y el catedrático Ronald Melzack, del departamento de Psicología de la Universidad McGill de Montreal, en Quebec (Canadá), aseguran que se aborda mal el problema del dolor, sobre todo cuando se trata del dolor crónico, porque muchos de los tratamientos habituales se basan en una percepción anticuada de la forma en que el sistema nervioso procesa el dolor.Los autores del trabajo recuerdan que durante mucho tiempo se ha considerado el dolor como una sensación relativamente sencilla generada por los receptores del tejido dañado y que se enviaba al cerebro. Sin embargo, investigaciones recientes indican que la percepción del dolor es resultado de un sistema mucho más complejo, en el que desempeñan un papel destacado las propias emociones y el intelecto.

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Los dos investigadores sugieren que es posible cambiar la forma en que experimentamos el dolor y reducir su impacto aprendiendo a manipular estos factores. "Hoy está claro", señalan, "que los circuitos que se encuentran en el cerebro y en la médula espinal modifican las señales del dolor conforme éstas viajan desde los tejidos dañados hasta los centros neurológicos del cerebro donde se forma la conciencia de dolor". Estos circuitos que modulan el dolor están a su vez organizados de acuerdo con los condicionantes de la herencia genética, pero se reprograman constantemente por el efecto de las experiencias vitales. Cada persona tienen un umbral distinto de dolor, y las diferencias de sensibilidad pueden ser muy acusadas, hasta el punto de que se han descrito casos de mujeres que no han sentido el más mínimo dolor en un parto asistido sin ninguna anestesia, mientras que otras han llegado a perder el conocimiento.La base genética, sin embargo, no es inmutable. "El sistema nervioso es dinámico, no estático, de modo que los circuitos que modulan el dolor se están reprogramando constantemente de acuerdo con la propia experiencia vital", explican Loeser y Melzack. Esta versatilidad explicaría que el miedo al dolor incremente, en general, la sensación de dolor cuando éste efectivamente llega. Está comprobado que una ansiedad elevada incrementa la intensidad de la sensación dolorosa.

Una muestra de la complejidad del circuito del dolor es que hay personas que pueden experimentar dolor crónico en una herida mucho después de que la herida que lo provocó haya cicatrizado por completo, y eso es debido a que la herida, en su momento, produjo cambios en el circuito neuronal que se han mantenido inalterados después de haber desaparecido la causa. También es conocido que muchas personas a las que se ha amputado un miembro siguen percibiendo dolor en ese miembro pese a no tenerlo.

Loeser y Melzack plantean una hipótesis novedosa: existe un mecanismo que genera en el cerebro determinados patrones relacionados con el dolor, un sistema de redes neuronales, denominado neuromatriz, que crea una imagen mental del cuerpo y en el que fluyen las señales de dolor y otras sensaciones de origen emocional. La existencia de esa neuromatriz explica por qué las personas que han perdido un miembro siguen sintiéndolo.

Soportar el daño

El proceso de filtración de las señales de dolor en la neuromatriz también podría explicar por qué es posible soportar el dolor agudo, como hacen algunos deportistas heridos durante un partido, y luego desmoronarse a causa del dolor una vez que la contienda ha terminado. En este caso, la concentración intensa del deportista durante el partido puede ser más fuerte que las señales de dolor procedentes de la herida. Si este mecanismo funciona en los deportistas, también debe ser posible tratar el dolor crónico reprogramando la forma en que el cerebro procesa el dolor. En los pacientes que sufren dolor crónico, los factores sociales y emocionales se superponen con frecuencia a la experiencia inicial del dolor, aumentando su intensidad y prolongando su duración. Por ejemplo, se piensa que el estrés desempeña un papel muy importante en el dolor crónico.En estas circunstancias, una adecuada terapia psicológica puede llegar a alterar el efecto del dolor, según sostienen Loeser y Melzack en su artículo.

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