¿Esos locos bajitos?
En sólo dos semanas, los chicos Sub han barrido de la cancha a sus colegas de todo el mundo. En el Mundial Juvenil acabaron por turno con los primos de Ronaldo, con los de Weah y con los de Fu Manchú ; en el Campeonato de Europa han puesto a pensar a los biznietos de Lew Yashine, a los nietos de Beckenbauer, a los sobrinos de Boniek y, en fin, a los herederos, aspirantes y pretendientes de todas las grandes estirpes. En la final de Brno, frente a los polaquitos de Michal Globisz, nuestro Curso del 2000 parecía un equipo profesional luchando contra once jugadores de madera.Es evidente que los tiempos han cambiado; en otra época acostumbrábamos a presentar en las competiciones internacionales a una colección de tirillas empeñada en mantener la compostura ante distintas promociones de fornidos rivales que parecían criados en serie. Entonces, el enemigo siempre fue gente bien nutrida que llenaba sin problemas la camiseta con su cuello reventón y su musculatura prefabricada. Después de comprobar la desigual presencia de nuestros equipos, no podíamos evitar la sensación de que los niños de la competencia habían comenzado a alternar con la mantequilla desde el parvulario. Es justo reconocer que los nuestros vivían de su agilidad, de una dureza fibrosa que nos surtía indistintamente de fondistas, escaladores y púgiles del peso pluma, y a veces de una rebeldía del subdesarrollo que por un comprensible acto de fe nos atrevíamos a llamar furia. Viendo de cerca la catadura de los gañanes de Adenauer y demás contemporáneos de la Europa reconstruida era inevitable admitir que, efectivamente, teníamos más moral que el Alcoyano.
Bien, pues repasando ahora las memorias de Europa de Perona, Ernesto, Corrales, Parri y Arteta, y considerando el tipo extralargo de Rubén y Nano, está claro que todo aquello era prehistoria. Cine en blanco y negro. Otra cosa es lo que los niños Sub saben hacer con la pelota y, por supuesto, cómo consiguen ocupar las encrucijadas del campo. La impresión es que, vistos uno a uno, tienen los mismos fundamentos técnicos que sus colegas de primera división y, vistos en conjunto, los mismos fundamentos tácticos que el más severo equipo italiano. Conocen la fórmula que puede convertir una banda en una orquesta y han adquirido los mecanismos que permiten resolver sin la más mínima tensión nerviosa cualquier imponderable del juego. Todos parecen adivinar por donde puede llegar el peligro, todos parecen saber donde está la vía de agua, y llegado el momento todos actúan con una misma intención y un mismo espíritu solidario. Manifiestan la solvencia profesional de quien conoce, tanto como su propio papel, el guión de toda la compañía.
En cuanto a sus habilidades personales, caben distintas interpretaciones. En primer lugar pueden ser debidas al conocido principio de selección natural : en un ambiente tan competitivo como el fútbol español sólo sobrevive quien sabe manejar un largo repertorio de especialista. Además, al contrario que sus voluntariosos antecesores, estos chicos Sub tienen sus modelos a la distancia del televisor, así que después de archivarlos en el estante del vídeo pueden repasar cuantas veces quieran los últimos hallazgos estratégicos del juego: las bicicletas de Denilson, las bombas volantes de Roberto Carlos, la variante marsellesa de Zidane o los centros spice de David Beckham.
Por si fuera poco varios son vecinos de Raúl y de Guardiola, y algunos saben cantar a Serrat. ¿Cómo no van a joder con la pelota?
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