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Auditori, cambio de rumbo AGUSTÍ FANCELLI

El nombramiento de Josep Lloret como director artístico del Auditori de Barcelona es la primera buena noticia que, tras una apertura largamente esperada -casi dos lustros de obras-, nos llega del nuevo centro de la plaza de las Glòries. El buen tino ha acabado por imponerse entre las dos administraciones que integran el consorcio público -la Generalitat y el Ayuntamiento- y de momento parece que los cantos de sirena liberales que corrieron en los días previos a la inauguración han sido acallados. Esa fe ciega en la sabiduría del mercado a la hora de proveer de programación al mayor centro cultural del país, que ha costado a los ciudadanos 7.000 millones de pesetas, se corrige ahora con el nombramiento de un gestor que conoce bien ese mercado -no en vano lleva casi 20 años programando el Festival de Torroella de Montgrí-, pero que, a la vez, no ignora la necesidad de una promoción pública de la música por la vía de sus primeros agentes, los intérpretes y los compositores. Se ha llegado así a un primer esbozo de un sistema mixto cuyo objetivo debe ser el de armonizar la oferta privada con la demanda pública. Y en esta demanda entran, entre otras cosas, la educación musical de los usuarios y la promoción de muchos grupos de jóvenes que están haciendo cosas interesantes en este país, que los hay. Un modelo así no es, por lo demás, una aventura a ciegas en la capital catalana. Sin ir más lejos, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona lo ha venido ensayando durante estos últimos años y el balance ha sido en líneas generales positivo. Sentadas unas directrices simples, acompañadas, eso sí, por una imprescindible apertura de miras y un buen olfato para detectar fenómenos emergentes, el resto es pura gestión, es decir, capacidad de negociación con todas las partes implicadas. Contar a partir de ahí con presupuestos razonables es asegurar el éxito de una tal política, pero en todo caso es la segunda parte de la cuestión, no la primera. Siempre se puede recorrer un trecho del recorrido deseable: lo importante es que sea en la dirección correcta. De momento, el nuevo director del Auditori ha sido facultado para programar sus propios ciclos de música. Ello debe redundar en beneficio de los agentes privados, pues es sin duda preferible convocar conciertos en un centro vivo, en activo si no las 24 horas del día sí durante buena parte de ellas, que hacerlo en un lugar bellamente decorado con madera clara, pero sin un alma reconocible. Además, si esto llegara a ocurrir, quizá el gremio del taxi entrevea una posibilidad de negocio en el conjunto formado por el Teatre Nacional y el Auditori y se anime a que una pequeña parte de sus efectivos estén disponibles a la salida de los espectáculos, cuando ya el metro ha dejado de funcionar (actualmente la zona es, a esas horas, un páramo deprimente). El perfil profesional de Josep Lloret encaja en este cometido y hay que congratularse del consenso político que ha hecho posible su nombramiento. Un festival de verano es un encaje de bolillos entre las subvenciones y los recursos propios y Lloret ha demostrado ser, desde hace años, un artesano paciente y capaz de sacarle el máximo rendimiento a unos presupuestos por definición escasos. Naturalmente, gobernar una nave como el Auditori implica bastante más que estar al frente de un festival de verano. Habrá que ver, por ejemplo, cómo se articula esta nueva capitanía con la de la Orquestra Ciutat de Barcelona, cuyo equipo gestor de momento no ha sido modificado. Si Lloret será un buen piloto o no eso sólo se podrá juzgar con el tiempo. Pero, de momento, sí se puede decir que tiene la titulación adecuada, el uniforme limpio y muchas horas de navegación tan prudente como entusiasta. No es poco.

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