Dylan

He de confesar que su diario me ha causado desagrado y, posteriormente, satisfacción en sólo dos días.El pasado 14 de abril no hallé en sección alguna referencia sobre la visita del quinielable Nobel de Literatura Bob Dylan a Madrid para ofrecer un recital. Repasé desde las farmacias de guardia hasta la sección de Bolsa de ese miércoles por si se pudiera dar que el venerado judío ahora cotizara en el mercado continuo. Ni rastro de un anuncio, una reseña o una previsión del recital de esa noche. Me empecé a indignar pensando que la redacción se había atrevido a incluirlo en la sección local. Pero ni eso.

Algo dentro de mí empezó a calcular qué razones políticas, ideológicas o económicas podrían haber concurrido para que EL PAÍS no considerara el acontecimiento como Cultura, Espectáculo o Comunicación y sí lo hiciera con un par de juergas flamencas (muy respetables) que esa noche iban a tener lugar en Madrid.

No obstante, al día siguiente su inestimable colaborador Diego A. Manrique me obsequió (a mí, o por lo menos así lo sentí) con la crónica más acertada, sintética, mesurada, milimétrica, justa y merecidamente apasionada que he leído sobre un acontecimiento cultural.

Sepa usted, señor director, que no creo que en España haya más de dos periodistas capaces de identificar, comprender y conocer las canciones y los detalles de un artista como Dylan; y, si los hay, no creo que escriban en ningún periódico. Y lo más grave es que el señor Manrique hace esto con Dylan y con muchos otros más. Muchas gracias.-