Ewa en Valencia
PACO MARISCAL Ewa nació en la patria de Chopin y acabaron con su vida ese otro día en Valencia y de forma violenta. Los investigadores están sobre el caso y el delegado del Gobierno, Carlos González Cepeda, informó, confundiendo lo verosímil con lo real, en torno al hecho de que no existe una agenda o lista de personas relacionadas con la mujer polaca, agredida y asesinada. Lista, agenda, o lo que sea con categoría de rumor había invadido la ciudad y originado, alarmismo e inquietud social entre "relevantes personalidades" valencianas; y eso era sin sentido y desafuero en tanto en cuanto los investigadores no tuvieran esclarecido el caso, según nuestra primera autoridad policial. Los investigadores tienen, pues, la tarea y la palabra. Pero, dejando a un lado el convencionalismo de una moral externa, unida hipócritamente a las apariencias, el lamentable suceso origina también preocupación. En primer lugar, preocupación porque se trata de otra agresión violenta, acompañada de muerte, a una mujer; y aceptar socialmente la agresión es inadmisible: no hay motivación alguna que justifique una agresión física de ese calibre y de cualquier otro; una sola agresión bastaría para suscitar inquietud social, y entre nosotros son ya demasiadas las mujeres agredidas y con demasiada frecuencia. Ewa, que nació como Chopin en Polonia, era mujer. En segundo lugar, las situaciones de explotación de las mujeres de las mujeres del Este europeo, de Iberoamerica o de donde sea entre nosotros es alarmante e inquietante socialmente; todas son víctimas: la hetaira de lujo y la hetaira de la pobreza. A todas se les pone un precio relacionado con su condición femenina. Demasiadas situaciones de esta explotación saltan, con también demasiada frecuencia, a las páginas de actualidad. Ewa era mujer, y no es demasiado suponer que un mucho tuvo que ver en la agresión de que fue objeto su propia condición de mujer. Sobre esa condición de mujer escribe Mercedes Madrid en un precioso libro que acaba de publicar. Rastrea la laboriosa y feminista Mercedes el machismo, como representación colectiva, en su Misoginia en Grecia, en los textos literarios de la antiguedad clásica. Entre las conclusiones que extrae de su estudio despierta la atención una: la democracia en determinadas ciudades helénicas no supuso necesariamente una consideración social de la mujer más positiva, más semejante a la del ciudadano ateniense que participaba en la Asamblea de su ciudad. Tarea de todos es que ocurra todo lo contrario en la democracia del siglo XXI, y tarea de delegados de gobierno e investigadores es la de limpiar esas telas de araña opacas que permiten la explotación de tantas mujeres que llegan hasta nosotros huyendo de la necesidad y la miseria. Por último, la inquietud entre relevantes personalidades de la vida social en el caso Ewa viene a ser algo tan caricaturesco y burlesco como la esperpéntica escena de las tres viejas y el joven en Las asambleístas de Aristófanes, aunque al revés. Al cabo, socialmente relevante para uno es el honrado empleado de la empresa de limpieza que retira diariamente nuestros residuos domésticos. Y lo era también Ewa en Valencia, porque era mujer y la agredieron por serlo.
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