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El nacionalismo escocés atrae a los inmigrantes de Asia

El próximo jueves se celebran las primeras elecciones al Parlamento de Escocia que ganará el laborismo

Una noche del pasado año, Mohammad Shaffi, un escocés musulmán de origen paquistaní, iba de puerta en puerta haciendo campaña a favor del Partido Nacional Escocés. Por entonces, los aliados occidentales se dedicaban a uno de sus bombardeos periódicos sobre Irak."Un señor mayor, de unos 65 años, me abrió la puerta", recuerda Shaffi. "Me miró de arriba abajo, maldijo y exclamó: "¿Por qué no se larga a meter en cintura a su primo Sadam?". Yo no me moví. Le repliqué: Señor, soy escocés. Dejemos que Clinton, Blair y Sadam resuelvan sus asuntos. Lo que quiero es preguntarle qué opina de nuestros problemas y pedirle que vote por la independencia de Escocia. Vote por el SNP".

"Al principio pareció que aquel tipo no sabía cómo reaccionar. Pero luego me tendió la mano y dijo: "Lo siento muchísimo. Tiene usted mi voto".

Las votaciones se celebran el próximo jueves 6 de mayo. Por primera vez en casi 300 años, Escocia va a elegir un Parlamento propio. Westminster seguirá ejerciendo un poder a distancia sobre los grandes asuntos de Estado, como la Defensa y la política exterior, pero, en la medida en que los escoceses van a tener mucho más que decir sobre sus propios problemas -a la manera casi de Cataluña-, la gran pregunta del momento es si han emprendido un camino cuyo final inevitable será la separación total del Reino Unido.

El Partido Nacional Escocés, al que pertenece Shaffi, se ha comprometido a cortar los antiguos vínculos que les unen a Inglaterra, y se espera que obtenga resultados cercanos a los del Partido Laborista de Tony Blair en las elecciones del jueves. Las previsiones dicen que el laborismo, el partido dominante en Escocia desde hace cuatro décadas, va a ganar, y de esa forma mantendrá el vínculo con Gran Bretaña al menos hasta las siguientes elecciones, en el 2003. Sin embargo, los sondeos de opinión muestran que la mayoría de los escoceses creen que vivirán en una nación soberana -al margen de lo que eso quiera decir exactamente dentro de la Unión Europea- de aquí a 10 o 15 años.

Es tentador sacar la conclusión de que, si Shaffi se ha sumado a la causa de la independencia, es que no va a haber en la tierra fuerza capaz de detenerla. Las raíces históricas de Shaffi se encuentran en el subcontinente asiático, no en las guerras medievales que libró William Braveheart Wallace (más conocido para el público cinematográfico contemporáneo como Mel Gibson) contra los invasores ingleses.

"Emigré a este país hace 39 años; hace 39 fantásticos años", declara Shaffi, que tiene 59 y habla inglés con marcado acento paquistaní. "Mis cinco hijos han nacido y se han educado aquí. Hablan como escoceses. Son escoceses. Y yo también. Mi piel no importa; soy escocés de corazón". Tan escocés, que se presenta como candidato del SNP a concejal en el histórico barrio de Holyrood, en Edimburgo, donde el arquitecto catalán Enric Miralles construye el nuevo Parlamento.

Los problemas que encuentra a la hora de convencer a los votantes son los mismos con los que se topan todos los demás nacionalistas. "A la mayoría de la gente le sigue inquietando la idea de separarse del Reino Unido", explica Shaffi, que preside la rama de Edimburgo de Asian Scots for Independence (Escoceses de Origen Asiático por la Independencia). "Dicen: ¿vamos a ser capaces de sobrevivir sin el sur? Yo les respondo que la independencia de un país es como la de una persona. Cada uno tiene que decidir lo que le conviene. Tiene que ser dueño de su propio destino".

Shaffi, que inició su vida escocesa como conductor de autobús, pero ha terminado como propietario de una próspera empresa de ropa, no se muestra, sin embargo, demasiado entusiasta con los argumentos económicos a favor de la independencia, y reconoce que ese debate no está resuelto.

A semejanza de la mayor parte de los escoceses -como han observado los expertos-, Shaffi considera que se trata de una elección entre la cabeza y el corazón. Y es un hombre que se rige por las emociones. "Qué maravilloso sería decir: ¡éste es mi país, un país libre!", exclama, con el romanticismo de un hombre que a lo largo de su vida ha visto cómo el Imperio Británico era expulsado no sólo de Pakistán, sino también de Tanzania y Kenia, donde vivió gran parte de su juventud. "No es que no me gusten los ingleses. Mis ideas políticas no se basan en sentimientos negativos. Pero estoy seguro de que vamos a vencer, porque llegará un día en el que el pueblo escocés apreciará, como yo aprendí a hacerlo, el dulce sabor de la independencia".

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