De jefa de 'boy scouts' a posible comisaria europea
Llega Loyola a Europa envuelta en la bandera de España -se niega a fotografiarse sólo con la europea- y remangada para aportar "el trabajo, el esfuerzo, la voluntad y la dedicación con que acostumbro a hacer las cosas, además de la experiencia". Y aunque habla sólo muy vagamente de su programa, la "construcción de Europa defendiendo los intereses de España", parece probable que la hasta ahora ministra de Agricultura, virgo, 48 años, madrileña hija de vascos y licenciada en Derecho, ponga toda la carne en el asador, porque su tenacidad y su carácter eran ya conocidos desde la adolescencia, cuando en el Liceo Francés de Madrid, como jefa de las guías de los boy scouts, llevaba a sus compañeras más derechas que una vela. Entonces, además de darle a la guitarra y al arte canoro, era una deportista consumada, circunstancias ambas, guitarra y palmito trabajado, que dice tener abandonadas. Basta escuchar, para entender su ausencia de la disciplina del gimnasio, el entusiasmo con que describe las judías con morcilla.Siempre cosechó fama de lista, trabajadora, peleona, un poco brusca, pero también capaz de echar una mano, algo que sin duda habrá tenido suficientes ocasiones de cultivar dentro de una familia de siete hermanos -"yo soy la tercera, una cosa centrada"- y a base de encomendarse a Teresa de Ávila, a la que tiene en casa entronizada.
Quizá esta santa y su propio patrón, el fundador guipuzcoano, marcan su componente mitad monje mitad soldado, y el calificativo de monja- alférez que a veces le han aplicado y que ella considera sólo un cliché. Pero lo cierto es que Loyola de Palacio tiene una imagen bastante espartana, como de estricta disciplina, y no se permite más oropel o maquillaje que alguna cadena o un toque de pintalabios.
Su fama de mujer de una pieza contrasta con el modelo pudibundito y contenido que proyecta, como esas señoras que hablan de abajo por no nombrar sus genitales. Ella, por ejemplo, dice "bañarse in albis" por no bañarse desnuda. Llegada a la política de la mano de Gonzalo Fernández de la Mora, afirmó alguna vez que era más entretenido enfrentarse desde la oposición a Borrell ministro que pelearse en Bruselas con el comisario Fischler, con el que asegura llevarse bien, y no descarta que venga a apoyarla en la campaña. Pero cuando se le pregunta con cuál de los dos pasaría un fin de semana en la playa, reparte calabazas por igual con cierto humor: "No creo que ninguno de ellos tenga habilidades... náuticas".
Ignacia de Loyola -una vez exhibió su nombre completo para intentar demostrar la imposibilidad de su pertenencia al Opus, aunque ahora ríe cuando se le dice si sus coordenadas son, entonces, jesuíticas- niega llevarse en la cartera el nombramiento de comisaria, algo que, a pesar de lo imprevisible de los humores aznarianos, pocos dudan. No deja el Gobierno con un sobresaliente, como cree merecer. Pero cabe concederle que no es necesario que vuelva a examinarse en septiembre.
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