Frase
Hará poco más o menos un año leí una de esas frases que por un puro milagro participan de la verdad, de la belleza y del horror. Algunos enunciados ponen de manifiesto la fragilidad de divisiones como la que separa las hipótesis científicas de las evidencias artísticas, y a ambas del espanto de nuestras certezas. Recuerdo haber guardado el recorte (una recensión publicada en la excelente revista Libros) y durante meses la llevé conmigo tratando de comprenderla. Exagero. El verbo "comprender" es excesivo, y también "entender", "colegir" y similares. Lo que yo intentaba era tomar para mí aquella frase, apropiármela, incorporármela, tenerla siempre a punto para cuando me hiciera falta, como las cápsulas de cianuro que amarraban a su dentadura algunos judíos, en previsión de un sutil interrogatorio de la Gestapo. A la vista del actual momento militar y nacional, creo que debo divulgar esa frase que ni siquiera es mía, sino (todavía) de Luis Álvarez Gaumé, físico del Centro de Investigaciones Nucleares de Ginebra. Explicaba el científico en su artículo que cuando las estrellas estallan, dispersan por el espacio sus elemento más pesados y en consecuencia (ésta es la frase): "Todos los átomos pesados de nuestro cuerpo son polvo de estrellas muertas". Si para llegar a ser lo que somos hemos debido dar vida al polvo de las estrellas muertas, si en nosotros sobrevive el fantasma de un cadáver estelar, nuestra patria es un espacio demasiado memorable como para darle un solo nombre. Cada vez que un Milosevic pistola en mano nos exija elegir una identidad, siempre podemos decir que venimos de un lugar sin identidad alguna llamado Resurrección de la Estrella Muerta. O mejor aún, que nosotros somos ese lugar en donde brillan las estrellas muertas.
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