Abriles
E. CERDÁN TATO Descendían los escolares por las travessas de la Alfama y el cielo era un vuelo de palomas cincelado por José Dias Coelho, desollado por los matarifes de un dictador pringón. Descendían los escolares, corrían hacia abajo, corrían hacia el relámpago de la historia, por el rastro del azulejo y de la sangre; y en una plaza de estatua regia y de floristas, supieron que aquel día el clavel fundió el acero damasquino y su crisol de escabechinas. Era el 25 de abril de 1974 y por los barrios de Portugal y por sus campos y su pobreza, Grândola vila morena, los jóvenes capitanes, las jóvenes compañías, y en cada rostro, igualdad. La revolución había llegado por el frágil andamio de una canción, ingenua, alborotada, pero sin violencia. Detrás de los cristales se desvaneció todo el terror alcanforado de una burguesía genuflexa. Qué revolución de bocamanga ajada y libertad pujante. Después de 25 años, en la casa de un campesino kosovar, en el refugio de un pastor albanés, en el taller de un alfarero de Belgrado, probablemente hay una bella litografía: un soldado, casi adolescente, rinde su fusil a una niña, y la niña, con una sonrisa de miel virgen, amuralla el cañón del arma pétalo a pétalo. Pero en los abruptos Balcanes, la sonrisa de un niño o de una niña tiene la caligrafía del exilio, de la crueldad, del hambre, de la muerte. Y los proyectiles y los aviones y los Tomahawk tan veloces queman al vuelo rosaledas y depósitos de combustibles. ¿Qué nombre o qué nombres de dioses pudrirán, para siempre, su memoria, su carne de estreno, sus juegos, su inocencia?, ¿qué nombre o qué nombres de dioses habrá que grabar en el monolito de esta infamia que sella el siglo?, ¿qué nombre o qué nombres de dioses exterminan impunemente pueblos, amores, cosechas, escuelas, libros, canciones?, ¿qué nombre o qué nombres de dioses y en nombre de qué, se preguntarán los supervivientes de una niñez aniquilada? Dentro de veinticinco años, se dirá que sólo eran seres de naturaleza deleznable y corrompida. Pero ni con su estiércol volverá a crecer la hierba.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.