Mala salud de hierro
UN AÑO más se cumple el ritual de la fiesta del libro. Autores, editores, distribuidores y libreros afilan sus mejores armas incruentas para celebrar la mala salud de hierro de un sector que, con tópica constancia, sobrevive y supera las reiteradas profecías sobre su próximo final. El aniversario de la muerte de Cervantes y Shakespeare es una fiesta especial en Cataluña y el día de mayor venta de libros de todo el año. Pero también se celebra en todo el mundo de la mejor manera posible: animando a la lectura con el estímulo de una amplísima oferta editorial; un método especialmente asumido en España, que, en cifras de 1997, elevó su producción hasta los 55.000 títulos. Es cierto que la cantidad no se corresponde con el índice de lectura (los expertos consideran que en España apenas compra libros la mitad de la población), y que una de las consecuencias de este desequilibrio es la reducción de las tiradas medias de los ejemplares editados, además del acortamiento de la vida del libro en las librerías. Pero también es un dato estimable de la vitalidad de un sector aparentemente amenazado por las nuevas tecnologías informáticas, que al menos hasta la fecha parecen ser más complementarias que rivales.
La fiesta del libro no es sólo un eficaz estímulo comercial. Es la fecha en que en España se rinde homenaje a quien le ha sido concedido el Premio Cervantes de Literatura, el galardón más importante de nuestras letras por el rigor y coherencia con que suele ser elegido. Hoy, el rey Juan Carlos entregará la distinción a un poeta excepcional, José Hierro, poseedor de una visión del mundo inseparable de una actitud ética que surge del dolor y la supervivencia de los vencidos. Rito y fiesta del placer y del conocimiento que satisface la doble vertiente del mundo que celebra: la industria y el talento.
