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El plan Fischer

El plan que se estudia ahora en todos los foros internacionales no sorprende ni por el momento en que ha surgido ni por su origen. Después de varias semanas de bombardear Belgrado sin resultados políticos y el enfriamiento de las relaciones con Rusia, a Occidente no le quedaba más remedio que reabrir una gran ofensiva diplomática para anunciar que no se ignora por completo a Rusia y que se desea resolver el conflicto con Serbia de forma "pacífica". Sin la prueba de que Occidente desea la paz y repudia la guerra no sería posible la escalada militar, apenas evitable ya si Milosevic sigue empeñado en destruir y autodestruirse. No es casual que el plan se formulara precisamente en Bonn; al fin y al cabo, la coalición de socialdemócratas y ecologistas está sometida a presiones legitimadoras desde el punto de vista de la política interna. El Gobierno alemán tiene que explicar cómo puede fundamentar en la violencia militar (que rechaza) su política exterior, equiparada a la política para la paz. Pero los planes de paz, sean o no alemanes, sólo son realmente buenos cuando funcionan. El plan Fischer, que resume las condiciones occidentales para el cese de los ataques aéreos e intenta devolver, con la ONU, la primacía a la política civil, muestra en cualquier caso que Occidente ya ha aprendido algo en su trato con Milosevic: sólo puede confiarse en cualquier acuerdo con él (algo que, en realidad, debería estar vetado a los demócratas) cuando Occidente esté en condiciones de imponer su propia fuerza política y militar. (...)

, 15 de abril

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