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Un trabajo para integrar a los excluidos

Cristian Segura

Para que los disminuidos psíquicos y los enfermos mentales consigan integrarse en la sociedad, es muy importante que puedan llevar una vida normal y que, por tanto, tengan un puesto de trabajo. La institución Femarec no sólo prepara en Barcelona a estas personas para que se incorporen al mundo laboral, sino que además les ofrece trabajo. La entidad ha creado en ocho años 182 empleos estables: 142 en su propio centro y 40 en otras empresas. Femarec nació como un centro de formación para colectivos con elevado riesgo de caer en la marginación social y laboral, pero la dirección de la entidad se dio cuenta de que, pese a estar preparados, a los alumnos les resultaba muy difícil encontrar un puesto de trabajo. Por ello, la institución se decidió a crear empleos en su centro de Poblenou. Aunque algunos de los jóvenes acaban trabajando en empresas externas, Femarec apuesta, sobre todo, por mantener a sus alumnos en los puestos de trabajo del centro, ya que allí se sienten más queridos y el afecto es su razón de ser, según la presidenta de la institución, Amèlia Clara. En las aulas de formación de Femarec, los jóvenes aprenden un oficio, pero antes deben superar una primera fase de aprendizaje en la que se les enseña a sobrevivir en la sociedad y a ser autosuficientes: desde coordinar los movimientos del cuerpo hasta asearse, leer las horas, saber llegar a tiempo, contar dinero y perder el miedo a hablar y a relacionarse con los demás. Los alumnos reciben este tipo de formación durante más de un año, aunque los profesores no dejan de impartir estas enseñanzas en la fase de aprendizaje laboral. La apuesta de Femarec es doble: por un lado, trabajar en favor del medio ambiente; por el otro, hacerlo con trabajadores "teóricamente menos competentes". Amèlia Clara asegura que se han conseguido resultados excepcionales con una preparación exigente y el ansia de hacerlo todo perfecto que generalmente mueve a muchos disminuidos psíquicos y enfermos mentales. En la restauración de contadores de la luz -una de las tareas productivas que realizan los alumnos de Femarec-, los empleados de la compañía Fecsa cometían errores en un 7% de los aparatos, mientras que este porcentaje desciende al 0,25% en los jóvenes que trabajan en el centro del Poblenou. Clarà subraya también que el servicio de paquetería de Femarec es de los más rápidos de la ciudad. La entidad es, además, una de las siete empresas homologadas en Cataluña para reciclar las cargas de tinta de las impresoras. Un grupo de empleados trabaja en la clasificación de papel que, previamente, recoge en varias empresas públicas y privadas. Una vez seleccionado, el material es vendido posteriormente a la industria papelera para ser reciclado. Los centros de producción de Femarec son una de las pocas excepciones que hay en el mundo del empleo para las personas con deficiencias psíquicas. "Aquí no les ocupamos con trabajos elementales y monótonos, como montar rotuladores y colocar frascos en cajas, sino que les damos la oportunidad de realizar actividades diferentes con niveles de dificultad progresivos", resalta Clara. La lucha por alcanzar el siguiente nivel en la cadena de trabajo les aporta una confianza fundamental para ellos. Desean ser aceptados por la sociedad, aunque a menudo reciben incomprensión o excesiva atención. Los escasos beneficios que, de momento, tiene la empresa podrían ser mayores si se apostara por crear empleo externo, pero la dirección de la entidad cree que ésta no es la mejor salida para la salud de los alumnos. La sociedad no está todavía suficientemente preparada para aceptar a disminuidos psíquicos y enfermos mentales en las empresas. A menudo, el resto de empleados no les trata de igual a igual y a veces se les somete a abusos y explotación. Lo más frecuente es que sufran la soledad al sentirse diferentes, lo que sucede, sobre todo, en aquellos jóvenes cuya deficiencia psíquica es más leve, ya que son mas conscientes de sus limitaciones.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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