La educación y el mundo que viene
El mundo en que vivimos cambia con gran rapidez y, previsiblemente, el proceso va a continuar con un ritmo aún no determinado. Lo que, a mi juicio, ocurre es que el evidente cambio es más externo que interno, más del ritmo que de la melodía.La era de la tecnología abre nuevas y extensas perspectivas, que, además de muchas otras cosas, van a alterar, ampliándolo, el factor tiempo; ello, añadido al crecimiento de las expectativas de vida, va a exigir una preparación de la humanidad dirigida a utilizar del mejor modo posible este tiempo con el que antes no se contaba y a tratar de alcanzar una convivencia grata y comprometida con el entorno, con el fin de que el tiempo añadido discurra del modo mejor y más humano posible. Habrá que aprender a vivir en estas nuevas coordenadas y habrá que educar en muchos aspectos de la vida, que antes apenas daba tiempo a desarrollar más que de modo esporádico o en casos aislados: lectura, reflexión, música, contemplación de la naturaleza, relaciones frecuentes con los semejantes, testimonios escritos, cambio de impresiones, labores sociales o práctica del ejercicio físico.
Como en el caso de todas las cosas importantes, habrá que iniciar el aprendizaje en la escuela, y será, una vez más, el maestro la clave de la educación para el futuro. Quiero aclarar que utilizo la palabra maestro en sentido simbólico, como la persona encargada de educar, sin pensar si es de uno u otro sexo. Pues bien, se aproximan nuevas exigencias para el maestro: tendrá que conocer, practicar y habituarse a los adelantos informáticos para enseñar a los alumnos y, sobre todo, en su labor educativa deberá incidir en el buen aprovechamiento de las ventajas que proporcionan las nuevas tecnologías. Es decir, en la óptima utilización del tiempo excedente, despertando y estimulando más que nunca la curiosidad, los intereses, inquietudes y aficiones de los alumnos y alumnas hacia unos conocimientos y actividades que previsiblemente van a poder desarrollar a lo largo de su vida. Las materias peyorativamente llamadas en otro tiempo de adorno, aunque en realidad hayan sido siempre esenciales en la formación de la persona, deben cobrar protagonismo: me refiero a la música, el recitado, las destrezas manuales, el juego en sus diversas formas, la cooperación social; la dramatización, por supuesto; la lectura, tanto la dirigida al conocimiento como la de evasión o divertimento.
Ante esta perspectiva, parece que todos los apoyos, orientaciones y estímulos al maestro serán pocos, ya que va a llevar sobre sus hombros gran parte de la responsabilidad de la educación para el futuro. Ello exigirá información y reflexión; planteamiento, análisis y debate de temas vivos, mayores y menores; teóricos y prácticos. Es necesario animar y autoimplicar al maestro en la construcción del mundo futuro a través de las generaciones que lo van a vivir y que lo deben disfrutar. Con un papel tan relevante, tal vez se alcance el prestigio social, en el más elevado sentido, que la profesión de enseñar merece y que aún no se ha alcanzado de modo suficiente.
Uno de los grandes retos del momento actual es, a mi juicio, proyectar de modo serio y urgente la manera, o más bien, las distintas posibilidades de apoyo y orientación al maestro que educa hoy a los habitantes del mundo que viene.
En 1905, Manuel B. Cossío, discípulo de Francisco Giner de los Ríos y su más directo seguidor, decía a los maestros en una conferencia pronunciada en Bilbao: "Si deseáis aprender la verdadera ciencia de la educación, observad a vuestro alrededor la vida real, la de todos los días; apuntad, comentad, reflexionad sobre los hechos, que ellos os darán la clave de muchos problemas educativos y la más segura norma de vuestra conducta pedagógica". El segundo consejo que les daba era la lectura de los poetas, los grandes y los menores, si eran verdaderos poetas, para que poesía y realidad fueran la inspiración de la obra educativa de cada maestro.
Temas prácticos, poesía, imaginación, testimonios y aportaciones de plena solvencia y valor humano son algunos elementos que la Institución Libre de Enseñanza hoy quiere ofrecer a los maestros y maestras que educan para mañana, a través de un trabajo en común que irá desarrollando diferentes temas, en una actividad compartida, enriquecida por experiencias contrastadas en unos seminarios permanentes, recientemente iniciados, que esperamos mantener y ampliar. Nuestro mayor empeño es proporcionar estímulos, apoyo y sugerencias a los maestros y maestras en su cada vez más complejo quehacer.
Elvira Ontañón es directora del Programa La Enseñanza Viva. Institución Libre de Enseñanza.
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