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FÚTBOL 29ª jornada de Liga

Un minuto loco salva al Atlético

Los rojiblancos, tras un partido desastroso, marcan dos goles en el último suspiro y empatan ante el Villarreal

Un minuto loco salvó al Atlético del desastre. Dos goles en el último suspiro, dos balones colgados a la desesperada sobre la superpoblada área de Lainez, que rescataron a los rojiblancos de una tragedia que parecía inevitable. El Villarreal ganaba convincentemente por 0-2 y simplemente esperaba el pitido final para saborear los tres puntos. Pero no se sabe muy bien cómo el Atlético llegó al empate. Con todo, su deplorable actuación, pese a la bondad final del resultado, no tiene coartada.Jesús Gil había dado por enterrada la atroz crisis del Atlético a la voz de "con Antic ya no me tengo que preocupar de mirar la tabla por abajo". Pero tan sólo dos semanas y media después del supuesto remedio, la enfermedad sigue. El equipo tiene medio cuerpo fuera de Europa y camina en la Liga muy cerca de la promoción. La trágica serie ya se lee así: tres puntos de los últimos 30 posibles; diez partidos consecutivos sin ganar. El Atlético, pese a la agónica crecida de ayer, no levanta cabeza, está bloqueado. La grada tiembla. Y Gil, en suma, sí tiene que mirar al suelo de la clasificación, y rezar.

ATLÉTICO 2

VILLARREAL 2Atlético: Molina; Aguilera, Santi, Chamot, Serena (Toni, m. 69); Valerón, Venturín, Juninho, Jugovic; Solari (Lardín, m. 55) y José Mari (Roberto, m. 14). Villarreal: Lainez; Pascual, Tasevski, Robert, Téllez, Arregui; Gerardo, Alberto, Albelda; Moisés (Alfaro, m. 37) y Craioveanu (Gaitán, m. 52). Goles: 0-1. M. 28. Craioveanu recoge la pelota en la frontal, se mete con ella dentro del área ante la pasividad de la defensa, Chamot especialmente, y bate a Molina con la izquierda. 0-2. M. 43. Solari pierde el balón y el Villarreal monta una contra fulgurante: Pascual corre la banda, al llegar al área cuelga hacia la contraria, por donde llega Alfaro, que controla y pifia en el regate. El balón le cae a Alberto, que marca. 1-2. M. 89. Roberto, de cabeza, a centro de Toni.2-2. M. 90. Juninho remata pifiado una dejada de Jugovic. Árbitro: Díaz Vega. Amonestó a Alberto, Téllez, Santi, Albelda y Jugovic. 25.000 espectadores en el Calderón.

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El regreso de Antic no ha resuelto nada. No tiene culpa el serbio, como tampoco la tenían sus antecesores. El cáncer del equipo se concentra en la plantilla. De su escaso poder, de su depresión actual, se aprovechó ayer el Villarreal, que reprodujo una por una todas las heridas de los madrileños y supo hurgar con saña en ellas.

El Atlético jugó mal, sin estilo, sin ideas, sin ambición. Fue un vulgar muñeco, al que el rival, con mucho orden, una actitud apropiada y unas cuantas asociaciones aprendidas para hacer daño a la contra, zarandeó. Los rojiblancos no tienen fútbol y tampoco les queda una gota de ánimo. Pero lo peor una vez más tuvo que ver con la indolencia de algunos jugadores que juegan con los brazos caídos, rendidos sin remisión a la desgracia.

La suerte que tuvo el Atlético al final, esos dos puntos que le quitó del zurrón a un rival directo en las luchas de abajo, la padeció en su contra el conjunto rojiblanco en los primeros minutos: se rompió José Mari, el último mohicano de la delantera. Con ese lance, el Atlético perdió en cadena toda su munición. Se quedó sin José Mari y por extensión sin Valerón, a cuyo fútbol de toque le quitaron el objetivo a quien regalar pases. Y no tenía mucho más. Porque Juninho hace tiempo dejó de relacionarse con el peligro, porque Roberto y Solari tuvieron que jugar de delanteros y no lo son, porque no hay más cera en esta plantilla. Y el Villarreal lo sabía.

Planteó el partido con inteligencia el Villarreal. Se situó cerca de su área con una zaga de cinco, con Robert de libre, y resolvió todas las complicaciones defensivas, que no fueron muchas, con organización y agresividad. Esperó al Atlético en su alcoba y rentabilizó sus posesiones con unos contragolpes letales: maniobras de cajón, asociaciones sencillas para llevar el balón a toda velocidad de una banda a otra, y de allí al área rival. Casi siempre llegó el Villarreal con más gente que el enemigo. Todos los contraataques dejaron en evidencia al Atlético, que los defendió sin orden ni fe.

El 0-1 fue un modelo de pasividad. Nunca Craioveanu se había visto en otra igual: se metió dentro del área como si no tuviera nadie delante, aceptando la invitación de Chamot -hasta el argentino, que mantenía el tipo, se ha venido abajo-. Desde el ojo rojiblanco, el 0-2 no fue menos indignante. El Villarreal trenzó un contragolpe ejemplar, pero recibió licencia para todo.

El Villarreal dio un repaso considerable al Atlético durante el primer tiempo. En la segunda parte, sabedor de la falta de pegada del Atlético, se limitó a protegerse en su área. No pasó apuros. Buscó la puerta rival sin mucha fe, casi por inercia, por vergüenza. Sólo Santi, que se situó de delantero centro en el último tramo, parecía ciertamente dolido con la derrota. Sólo él, por puro corazón, metía en líos al Villarreal. Y al final, cuando todo parecía cerrado, con el Atlético soportando como podía la mofa de la hinchada y el Villarreal, silbando, llegaron esos centros agónicos, los fallos de Lainez (una mala salida en el primero y una indecisión en el segundo) y esos dos goles.

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