El aniversario del acuerdo de paz del Ulster se 'celebra' con frustración
El nuevo mapa constitucional de Irlanda del Norte está construido, pero las fuerzas políticas de la región mantienen posiciones atrincheradas que impiden su aplicación. El halo de esperanza que transmitieron, hace hoy un año, con la firma del Acuerdo de Viernes Santo, va camino de desintegrarse. La intransigencia de los líderes unionistas y republicanos, principalmente respecto al calendario del desarme de los grupos paramilitares de ambos bandos, ha dado paso a la frustración colectiva. El próximo martes comienza la última ronda de negociaciones para convertir el papel en hechos, pero la respuesta negativa del Sinn Fein a la última propuesta hecha por Londres y Dublín ha arrojado aún más dudas sobre el éxito de esta decisiva fase.Las piezas diseñadas en el Acuerdo están colocadas en el mapa. Por un lado, la Asamblea autonómica, con sede en Belfast, que presiden el primer ministro, el unionista David Trimble, y el viceministro, el nacionalista Seamus Mallon. El reparto de votos para los 108 escaños, según el resultado de las elecciones del pasado junio, garantiza además un equilibrio de fuerzas en el autogobierno compartido.
Las áreas de trabajo de los nuevos entes transfronterizos están, por otra parte, pactadas y aprobadas por la Asamblea desde el pasado diciembre. Su implantación dará origen por primera vez a un Consejo Ministerial, con competencia en toda la isla de Irlanda, integrado por representantes del Gobierno de Dublín y de la Asamblea de Belfast. Una tercera institución, el Consejo de las Islas Británicas, han sido igualmente acordados por los primeros ministros de Reino Unido y de Irlanda, Tony Blair y Bertie Ahern.
El escollo
Pero ese sistema de convivencia política y autogobierno sigue bloqueado por la cuestión del desarme de los paramilitares. Sin una entrega inicial de armas, los unionistas se niegan a compartir cargos ministeriales con los republicanos. Los Gobiernos de Londres y Dublín creen que la propuesta que hicieron a principios de mes, que incluye la nominación de ministros con anterioridad al desarme, otorga tanto a los unionistas del UUP como al Sinn Fein suficiente margen de maniobra con vistas a la negociación final que comienza el martes. Hasta la fecha el IRA da pocos signos de avance hacia el desarme. Sus armas están silenciosas incluso para llevar a cabo los llamados golpes de castigo contra personas que juzga "elementos antisociales". Proceder con el decomiso en este capítulo incompleto del proceso de paz podría conducir, advierten algunos observadores, a una nueva escisión de la organización. Por otra parte, la función que se autoproclama el IRA, la defensa de la comunidad católica, tiene todavía vigencia en la mentalidad de sectores republicanos. Las casas de diputados y concejales del Sinn Fein son blanco de continuos cócteles mólotov, y, en los barrios de las ciudades norirlandesas, radicales de ambas comunidades practican la violencia.
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