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Jalabert se regala su opción habitual

Jalabert volvió ayer a concederse todas las opciones para ganar la Vuelta al País Vasco. Igual que el año pasado o que hace tres, se impuso en el arranque de la prueba, ésta vez acompañado por el italiano Davide Rebellin, otro de los señalados. La pareja relegó a 22 segundos a la tercera figura en discordia, el holandés Boogerd. El resto, Pantani incluido, se limitó a firmar y a comprobar cómo se pierde el crédito en un vulgar repecho de dos kilómetros colocado a seis de la llegada. El triunfo de Jalabert tiene, a estas alturas de su trayectoria en la Vuelta, algo de mecánico, un compromiso de funcionario en una de las pruebas más codiciadas de la temporada. Vestirse de amarillo empieza a resultar igualmente un trámite, una burocracia ciclista. Sin embargo, una curiosidad recurrente altera la apariencia preconcebida de sus movimientos: siempre que Jalabert se ha vestido de amarillo en el País Vasco, ha acabado entregando la prenda para flanquear en el podio a un compañero de equipo: Zülle en 1995 y 1997; Cuesta en 1998. Cuestión de jerarquía en el primer caso, caprichos de la táctica en el segundo. Esto apenas demuestra, por buscar un pero a su demostración, que para el campeón de Francia la rutina acude presta y de forma cíclica en abril. Se dan por descontada la realidad de su ambición y de su fuerza . Sólo este desencuentro del francés del ONCE-Deutsche Bank con el destino y la previsible solidez del italiano Davide Rebellin impiden simplificar la lectura de la carrera para concluir que, salvo accidente, sólo Jalabert y Rebellin pueden discutirse el amarillo final. Plagada la carrera de interesantes tarjetas de visita de ganadores de las tres grandes vueltas, clasícomanos o aficicionados al coleccionismo de rondas breves, los currículos volvieron a quedar descoloridos en cuanto sonó la hora de pedalear. Desapareció la inmensa mayoría, respondió la minoria habitual (en realidad, sólo Jalabert, como un actor imprescindible, puede permitirse memorizar su papel y recitarlo ante actores secundarios intercambiables en función de la temporada) y, salvo Pantani, los apellidos más solicitados por la prensa respondieron "presente": Rebellin y Boogerd concluyeron en el segundo y tercer puesto de la etapa, respectivamente. La primera jornada, breve (115 kilómetros) y de recorrido nervioso (cinco puertos de tercera y uno de segunda en el menú) sirvió para arruinar un par de tópicos. Por una vez, las formaciones extranjeras cambiaron su apatía y su espera muda para aceptarse como protagonistas de una de las carreras más prestigiosas del calendario. Mercatone Uno (Pantani, Garzelli), Rabobank (Boogerd, Zberg) y Polti (Rebellin, Virenque) se turnaron para controlar las fugas -la más importante colocó con tres minutos de ventaja a cinco corredores encuadrados en formaciones españolas- y asegurar a sus figuras un hueco en cabeza en el complicado tramo final de la etapa. Sin embargo, la aparición de Olano en cabeza, al ataque a falta de ocho kilómetros para el final, acabó por desconcertar las apuestas fijas. Bien porque su ataque se produjo en su localidad de origen, Anoeta, bien porque obedecía órdenes y trataba de neutralizar al entusiasta Coppolillo, o por ensayar sobre el terreno la filosofía agresiva de su nuevo equipo, Olano alteró la inercia contraída en Banesto (discreción obsesiva hasta junio) para presentar un perfil desconocido, más acorde con los gustos de Sáiz. Su gesto le reconcilia brevemente con su primer yo, el del corredor que no alimentaba más especialidad que el meritoriaje. Olano se atascó en las primeras rampas del alto de Leaburu, poco más de dos kilómetros tiesos con una media próxima al 10%. Ahí empezó la carrera. Primero con un tirón de Boogerd seguido de otro más eficaz de Rebellin, que se quedó sólo. Aparentemente desfondado a rueda de un boquiabierto Boogerd, Jalabert contempló fríamente cómo el holandés cedía antes de plantarle secamente. De acuerdo en colaborar hasta la llegada, la pareja en cabeza se benefició de la caída de Zberg, el único Rabobank rescatado para ayudar a Boogerd en el descenso final. Sin su ayuda, el campeón de Holanda (ganador de la última París-Niza) se limitó a informarse en meta acerca de su retraso, 22 segundos, y del trámite de la victoria de Jalabert en un mano a mano sin emoción.

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