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De balde; no en balde

IMANOL ZUBERO Una treintena de organizaciones de voluntariado social de Vizcaya están desarrollando un ambicioso proyecto de investigación y evaluación de la actividad voluntaria. Lo han denominado Proyecto Óptima y esperan concluirlo en septiembre de este año. El objetivo fundamental es mejorar su trabajo, lo que significa mejorar la acogida, la formación y el acompañamiento de las personas que realizan actividades voluntarias, así como desarrollar mecanismos de colaboración entre las distintas organizaciones. Lo han reflejado perfectamente en la campaña que desarrollan estos días con el lema "De balde, no en balde". La acción voluntaria es una expresión organizada, libre y sin ánimo de lucro, de la participación ciudadana; pero no es un simple activismo voluntarista y desnortado. Las organizaciones de voluntariado desvelan injusticias, denuncian olvidos, exigen soluciones, sensibilizan y movilizan en favor de la solidaridad social y personal. En situaciones de normalidad tendemos a dar por supuestas las bases culturales de las estructuras sociales y políticas y llegamos a pensar que tales estructuras gozan de una relativa autonomía respecto a las orientaciones cognitivas y valorativas de la sociedad. Pero en situaciones de crisis o de incertidumbre esta suposición manifiesta su futilidad. No hay institución social que pueda sostenerse contra la corriente de los comportamientos personales. Una de las principales flaquezas del pensamiento socialdemócrata está en creer que por el hecho de instaurar instituciones jurídicas deja de ser necesario negociar entre los intereses sociales en conflicto y definir políticamente un proyecto común de vida. Denunciaba hace unos años Agnes Heller el espejismo de solidaridad que las instituciones del bienestar han podido generar en las sociedades desarrolladas. Su funcionamiento no ha fortalecido los compromisos personales hacia los demás. No es necesaria ninguna demostración de ética personal para mantener esas organizaciones en buen estado de funcionamiento; ni siquiera son necesarios los simples actos de amor. Pero si un día, por una u otra razón, estas organizaciones desaparecen repentinamente, ¿no dejarán las personas que otras mueran ante sus ojos sin siquiera pestañear? No se trata de cuestionar ni mucho menos de eliminar las instituciones políticas del bienestar, pues son garantía de derechos; por el contrario, resulta fundamental el fortalecimiento y la estabilización de unas instituciones que simbolizan y objetivan las obligaciones de la sociedad para con todos sus miembros. Las organizaciones sociales de solidaridad no pueden sustituir el contenido obligatorio de la dimensión social del Estado. En una situación de cuestionamiento de los principios e instituciones del Estado de bienestar, hay llamamientos a la responsabilización personal contra la exclusión y la desigualdad que sólo sirven para justificar la desresponsabilización estatal. Pero, ¿no es igual de cierto que, en una situación en la que nos enfrentamos al reto de repartir solidariamente recursos escasos, hay llamamientos a la responsabilización estatal que sólo sirven como coartadas para la desresponsabilización personal? Esta es la cuestión: ¿interesa o no la solidaridad?, ¿cómo la entendemos?, ¿en qué condiciones?, ¿con qué limitaciones? Más en concreto, ¿hasta qué punto están los ciudadanos que participan de la sociedad de la satisfacción dispuestos a modificar su modo de vida con el fin de alcanzar un nuevo equilibrio, mucho más integrador, del que puedan formar parte los excluidos? Las organizaciones del Proyecto Óptima se han tomado en serio todas estas cuestiones. No quieren ser coartada de nada ni lavaconciencias de nadie. Quieren ser expresión de solidaridad y cauce de compromiso ciudadano. Se han mirado a sí mismas y han descubierto que pueden hacerlo mejor para seguir construyendo la nervadura moral de nuestra sociedad. Siendo ciudadanía en acción, con su campaña nos invitan a conocerlas mejor y a participar en ellas. Hay un teléfono de contacto: 94 427 33 07. Llama.

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