El único aspirante a la presidencia del PRI es elegido en medio de duras críticas al proceso
El consejo político del oficial Partido Revolucionario Institucional (PRI), que el 4 de marzo cumplió 70 años en el poder, eligió el martes, en un proceso tan protestado como dirigido desde la presidencia del Gobierno, a su nuevo presidente, el ex ministro de Trabajo José Antonio González Fernández, cuya principal tarea será establecer las reglas de designación del candidato del partido a las presidenciales del 2000. En sufragio secreto votaron a favor de González Fernández, único aspirante después de que sus dos contendientes se retiraran denunciando tongo, 262 de los 344 electores del consejo.
Veintiséis personas lo hicieron en blanco y 53 se ausentaron. Tres decidieron llevarse a casa la papeleta de la votación. José Antonio González Fernández es considerado como el hombre del presidente, Ernesto Zedillo, en el diseño del reglamento que regirá el nombramiento del dirigente que habrá de disputar a la oposición conservadora y de centro izquierda la jefatura del Estado. El gobernante había prometido amputarse el índice, acabar con el dedazo, la antidemocrática práctica ejercida siempre por los presidentes mexicanos: aquel priísta uncido por el saliente pasaba a convertirse automáticamente en su sucesor.No ocultó Zedillo, sin embargo, que la cirugía del dedo que siempre señaló programas, cargos y prebendas no significaba su marginación del proceso hacia la designación del candidato del partido. Contrariamente, anunció a principios de mes que, como jefe político del PRI y presidente del Gobierno, utilizará toda su influencia y autoridad para asegurar la limpieza del proceso.
Sectores conservadores del PRI consideran, sin embargo, que Zedillo no ha utilizado esas prerrogativas para asegurar una pugna democrática por la dirección del PRI, sino para imponer a su candidato, José Antonio González Fernández, quien el mismo día de la renuncia de Mariano Palacios, anterior presidente, compareció en televisión proclamando su interés por la vacante. Según Rafael Segovia, politólogo del Colegio de México, Zedillo forzó la salida de Palacios para imponer a su hombre. "Mariano Palacios Alcocer renunció porque ya no soportaba las órdenes que le daban desde Los Pinos [residencia del presidente del Gobierno]". "Si no presentan un reglamento democrático para la elección de su candidato presidencial, se van a meter en un gran lío".
La pasada semana, Rodolfo Echeverría, ex embajador en Cuba y España, sobrino del ex presidente mexicano Luis Echeverría, y el senador José Luis Soberanes retiraron su candidatura al mando del partido protestando "inequidad en la contienda", y los priístas agrupados en torno a su disidencia no acudieron a las votaciones. No asistió, entre otros, el gobernador Roberto Madrazo, tenido en los ambientes políticos como uno de los dinosaurios del PRI junto al autoproclamado candidato presidencial en el 2000, Manuel Bartlett. El presidente Zedillo, simplificando los términos, abanderaría a los renovadores, a los ministros Francisco Labastida y Esteban Moctezuma.
Rodolfo Echeverría, distanciado políticamente de su tío, argumentó que pocas posibilidades tenía pues competía en condiciones de desigualdad, y puso como ejemplo de sus reproches el hecho de que gobernadores del PRI publicaran grandes anuncios, con el escudo del partido, adhiriéndose abiertamente a la candidatura de su oponente. "No se aceptó ninguna forma seria de debate con nosotros, sino únicamente estaban diciendo que serían dos comparecencias sin posibilidades de contestación ni réplica", manifestó. "Y eso, a nosotros, no nos parecía serio ante los consejeros políticos".
El nuevo presidente del partido de Gobierno, favorito a continuar en el Gobierno de no coaligarse la oposición en su contra, prometió que los priístas que aspiran a la nominación del partido tendrán las mismas oportunidades, y el presidente Zedillo se someterá a las reglas, tiempos y formas establecidas por las plataformas de expresión y dirección del partido. "Será la militancia la que elija al candidato", dijo en el discurso de investidura González Fernández, cuyo control sobre los movimientos internos del partido previos a la cita electoral del 2000, la más difícil de su historia, será estrecho.
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