Cada vez menos gasto para el proyecto común
El enfado del Parlamento Europeo es consecuencia de la ola de austeridad que invade las finanzas europeas desde hace tres años. Los esfuerzos realizados para apoyar la unificación alemana han hecho ir calando en ese país el mensaje de que Europa es demasiado cara para Alemania.
Y eso se ha traducido en la consigna política de reducir el saldo negativo que Alemania soporta con el presupuesto comunitario.
Las reclamaciones germanas provocaron en sus socios un reflejo negativo: la mejor forma de reducir el saldo deficitario para Alemania es recortar el conjunto del gasto europeo. La desordenada y débil oposición a ese mensaje desde los países de la cohesión ha tenido siempre una óptica nacional, no europea. Consecuencia: lo importante es reducir el gasto europeo, pero sin afectar a los saldos de los países de la cohesión.
El pagano de este galimatías ha sido Europa. En la cumbre de Edimburgo, en 1992, se acordó ir elevando progresivamente el techo de gasto de la Unión, medido en porcentaje del producto interior bruto (PIB) europeo. De esa manera, los Quince destinaron a Europa el 1,11% de su PIB en 1993, el 1,12% el año siguiente, el 1,15% en 1995, el 1,17% en 1996 y 1997. En 1998 y 1999 la curva ya se rompió y cayó al 1,15%, como efecto de las reclamaciones alemanas el favor de la austeridad.
Pero el golpe de gracia ha llegado en Berlín. El gasto comunitario para los actuales 15 socios equivaldrá al 1,13% del PIB en el año 2000, el 1,12% al año siguiente, de nuevo el 1,13% en el 2002 y luego seguirá cayendo en barrena: el 1,11% en el 2003, el 1,05% en el 2004, el 1% en el 2005 y el 0,97% en el año 2006, al final del actual plan presupuestario.
"Es una vergüenza, para entonces habremos vuelto al nivel de gasto de 1984, cuando aún no existían ni la cohesión ni las políticas comunes', afirmaba ayer un europarlamentario.
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