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Reportaje:

El sueño futbolístico de Ahmed Benassar

Ahmed Benassar terminó su comida y, sin despedirse de nadie, acudió al puerto de Tánger para subir a un autobús que le permitiera cruzar el Estrecho, algo así como el túnel desde el vestuario hasta el terreno de juego. A sus 15 años recién cumplidos, decidió dar el paso y abandonar la ciudad marroquí que le vió nacer para ir en busca del planeta balompié. Su sueño era simple: jugar al fútbol; él no es uno de los que cruza el Estrecho para poder vivir. Su familia, sin ser un dechado de riqueza, le satisfacía todas las necesidades vitales, mejor dicho, todas menos una, la posibilidad de jugar al fútbol en Europa. Ahmed había decidido viajar en el escaso espacio existente entre el chasis y el eje trasero del autobús que cubre la línea con España. "Yo había trabajado un poquito como mecánico, por ello conocía dónde ocultarme", señala el chaval a trompicones mientras sonríe al recordar cómo burló a los agentes de aduanas tanto en el barco como a su llegada a la Península por Algeciras. "Golpeaban la chapa para saber si alguien viajaba en ese lugar, algo que suele suceder, pero no me encontraron". El paso estaba dado. Por segunda vez en su corta, pero azarosa vida, había llegado a la Península Ibérica, su particular meca del fútbol. Pese a todo, la alegría no era completa. La nula afición de Ahmed a visitar las aulas de la escuela en Tánger le impedían leer con un mínimo de garantías. "Después de todo un día escondido en el eje del autobús, vi cómo éste paraba en una estación llamada Bilbao. Como empezaba por la misma letra pensé que se trataba de Barcelona, donde vive mi hermano, así que me decidí a salir". Craso error. Después de vagar durante un día por la ciudad del Guggenheim acertó a encontrar, mejor dicho, a ser encontrado por una persona que le llevó a un bar donde "un bocadillo y una Coca Cola" le devolvieron el resuello, pero no acabaron con el hambre, que sólo pudo saciar en un comedor de beneficiencia. Allí fue donde la policía "vino a buscarme para llevarme al colegio San José Artesano. Pensaba que me iban a devolver a Marruecos, pero tuve suerte". Desde entonces convive bajo la tutela de la Diputación de Vizcaya con otros 69 menores abandonados o sin familia conocida en España. Junto a ellos trabaja cada día en el aprendizaje del castellano -"ya hablo mucho"-, las matemáticas o el taller de artes gráficas. Tres meses después de su llegada al colegio se puso en contacto con su familia. Fue una simple llamada teléfónica para hacerles partícipes de un sueño que no comprendían. Él había saltado a Europa para jugar al fútbol y no estaba ni mucho menos dispuesto a dar un paso atrás. Durante su primer año en Bilbao, recibía invariables consejos para volver a casa, algo que "hoy ya no hacen. Han entendido que quiero quedarme aquí". Ahmed Benassar tiene claro su objetivo, ser titular en su equipo (el Apurtuarte juvenil) y despuntar logrando goles, pues "son los delanteros los que más dinero ganan". Además Ahmed sabe que, en breve, con la mayoría de edad le llegará el permiso de residencia y podrá seguir pasando la Navidad en casa de su hermano en Barcelona. Al menos, ahora sí sabe distinguir el nombre de la Ciudad Condal.

Un fiel seguidor del Betis

Ahmed Benassar había dado marcha atrás a sus ilusiones tras su primera escapada a la Península, que le permitió hacerse fiel seguidor del Betis. El sistema empleado fue el mismo: durante un día vivió entre el chasis y los ejes de un autobús para acabar en Andalucía, aunque el destino no le resultó tan propicio. "La primera vez que vine a España, llegué a Sevilla", recuerda Ahmed. "Ese día jugaba el Betis y el ambiente era tan increíble que me hice hincha del equipo." No le dio tiempo a más. Interiorizó la pasión bética en el tiempo disponible entre su llegada y su detención por la Policía, que acabó repatriándole a su país. El joven viajero volvió a su casa, pero consiguió trasladar a Marruecos el amor por unos colores, el verde y el blanco, de los que se impregna cada vez que viste el uniforme del equipo de sus sueños en la habitación del colegio. Ahora milita en el equipo juvenil del Apurtuarte, un clásico del fútbol vizcaíno, donde revalida su ambición y sus condiciones futbolísticas. "Aunque no soy titular, llevo ocho goles en mi primera temporada. Soy un jugador rápido y veo bien la jugada", responde al verse obligado a resumir sus cualidades futbolísticas.Los responsables del colegio conocen su ambición por el deporte. "Desde el primer día nos mostró su interés por jugar al fútbol en un equipo. Por ello tuvimos que dar muchas vueltas, conseguir los papeles y demás requisitos para hacer la ficha", recuerda el director del colegio, Carlos Sagardoy. Dos años después de su llegada a Bilbao, ha logrado convertirse en futbolista federado. Es el delantero centro, "el primer fichaje internacional", como a él le gusta decir, de un equipo que milita en el grupo VI de la Segunda juvenil, con no mucha fortuna en la clasificación. Ahmed espera resarcir con goles las penurias en cuanto se habitúe a las circunstancias. La altura de sus metas es idéntica a la de sus sueños: inconmesurable. Por eso emprendió un largo viaje a la Liga de las estrellas. Y ha comenzado por abajo, por la fortuna de su acogimiento y la búsqueda de un lugar en la alineación de un equipo definido por la entrega: Apurtuarte significa en euskera "hasta romper"

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