Miquel Bauçà abandona su retiro para recoger el premio Crítica Serra d"Or
Miquel Bauçà (Felanitx, 1940) cree que existen, como mínimo, dos definiciones de misterio. En su último libro, El canvi, escribe: "El misteri suprem: l"existent, l"existència. La resta és juguera [joc] infantívola". El miércoles por la noche, en la cena que acompaña la entrega de los premios Crítica Serra d"Or, describió su presencia en el acto como otro "misterio". No dijo mucho más. El que es considerado el Salinger de la literatura catalana llegó solo, comunicó a su editor, Ernest Folch, que ni conocía a nadie ni quería conocer a nadie, recogió la insignia que le acredita como merecedor, en prosa, de este premio sin dotación económica, dio las gracias, y se fue sin esperar el café. Su existencia y su presencia son, pues, un misterio que muchos han querido aprehender sin éxito. De él se dice, más que se sabe. Se decía, antes de la cena, que no se acercaría a recoger un premio que ya obtuvo en 1991, pero en la categoría de novela, por L"estuari. Nadie esperaba otra cosa de alguien de quien no se sabe dónde vive y que se relaciona con su editor a través de un apartado de correos. Pero apareció, contradiciendo y alimentando al mismo tiempo su fama de huir de la gente. Una vez entregados los premios -entre los galardonados estaban Lluís-Anton Baulenas y la Sala Villarroel- habló Jordi Puntí, premiado en la categoría de narración por Pell d"armadillo. Puntí (Manlleu, 1967) se propuso mirar al futuro y deseó que el cambio de milenio ofrezca un "territorio abonado para los nuevos narradores". "Unas voces", dijo, "que pueden escribir en un catalán sin corsé gracias al legado literario de los ochenta". Quim Monzó, Ramon Solsona o el mismo Miquel Bauçà han conseguido, dijo, que en catalán se pueda "decir todo". Alabó también la aparición de libros como los escritos por personajes de la televisión, que contribuyen, a su juicio, a "ampliar el círculo de lectores en catalán". Una literatura que en el futuro tendría que obedecer a las categorías descritas por Italo Calvino en Seis propuestas para el próximo milenio: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad y multiplicidad. Concluyó Puntí con un cuento chino apuntado por Calvino en el mismo libro. Aquel en el que un rey pedía a Chuang Tzu el dibujo de un cangrejo. Éste tardó más de lo debido, pero al fin dibujó, de un trazo, "el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto".
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