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Schröder, sólo

Ni siquiera la dimisión del canciller Willy Brandt en 1974 (...) ha provocado en los países occidentales tanta expectación como la muy espectacular renuncia de Oskar Lafontaine a sus funciones ministeriales, a la presidencia del SPD e incluso a su escaño en el Bundestag. Objetivamente, este cese estaba sin duda justificado. No obstante, no debía haberse producido de forma tan brusca (...).

Como hasta ahora nadie ha dudado de la voluntad de poder del llamado "Napoleón del Sarre" caben dos posibles explicaciones. La primera, que Lafontaine se haya venido abajo a causa de sus problemas políticos; la segunda, que quiere demostrar que su colega de partido Schröder no es capaz de sobrevivir a la batalla de gobernar; en todo caso, no en solitario, no sin su colaboración. (. . .) Para Schröder, la situación es completamente distinta y ya no quedan escapatorias. No le van a valer las apariciones en shows televisivos: ahora tiene que gobernar. La distinción entre derecha e izquierda, que creíamos desvanecida hace tiempo, sigue vigente; A grandes rasgos, izquierda quiere decir redistribución; derecha, injusticia incurable. Por eso no es de extrañar que el Frankfurter Allgemeine pida a Schröder que aproveche esta ocasión única para dar un giro hacia los liberales del FDP. (...) Pero eso no sólo supondría un "riesgo mortal" para Schröder, como reconoce incluso ese diario, sino su fin. Antes de que el canciller pueda pensar en cambio alguno, tiene que estar completamente seguro de poder respaldarse con mayorías.

15 de marzo

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