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Seis meses de la tregua

Empresarios, sindicalistas, deportistas y escritores vascos censuran a los políticos y les piden un 'desarme' de su violencia verbal

Sensación de vértigo en sentido positivo. Ilusión y esperanza por encima de la preocupación y la incertidumbre. Así definen algunos la percepción de los 186 días transcurridos desde que ETA declaró la tregua, a los que se añaden otros dos meses más sin atentados mortales. En este tiempo, los vascos han podido vislumbrar lo que puede llegar a ser su sociedad sin ETA e intuir la normalidad, aunque ésta se haya visto afectada por el recrudecimiento último de la llamada kale borroka con las acciones de los peligrosos alevines de Jarrai y del entorno de ETA.A medio año de la declaración de tregua, la sociedad vasca se ha acomodado rápidamente a una situación mejorada y, como coinciden gran parte de las opiniones pulsadas en muy distintos ámbitos, camina por delante de sus representantes políticos, más ocupados en peleas electoralistas con asombrosa violencia verbal.

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Éstos reciben una clara censura por su comportamiento de estos meses y la escalada de tensión verbal, a la que los ciudadanos se resisten. El enfrentamiento entre los políticos no encuentra eco en los ciudadanos comunes que, por el contrario, afirman poder hablar de un modo más libre a como lo hacían antes y con personas con las que antes eludían hacerlo. Como hace once años, los vascos reclaman hoy a la clase política una respuesta a la altura de las circunstancias. Mucho antes del 12 de enero de 1988, fecha en que los partidos firmaron el Pacto de Ajuria Enea, los vascos habían clamado en las calles contra ETA exigiendo a sus políticos aquella unidad frente a la violencia que les reconcilió con sus representados. Esta semana se ha cumplido un año desde que la Mesa de Ajuria Enea se reunió por última vez, el 17 de marzo, con el Plan Ardanza como objeto de discusión. La propuesta del ahora ex lehendakari de iniciar un diálogo sin límites fue rechazada sin siquiera ser sometida a discusión. De ese encuentro el pacto salió herido de muerte.

Dos bloques

Desde entonces las distancias entre los partidos, cada vez más alineados en dos bloques, no han hecho sino agrandarse. La salida de los socialistas del Gobierno vasco el mes de junio, la firma del Acuerdo de Lizarra que precedió a la declaración de la tregua indefinida etarra el 16 de septiembre y la virulencia de la inmediata campaña electoral para las autonómicas vascas, ahondaron la brecha. Los meses transcurridos con el nuevo Gobierno nacionalista apoyado por EH no han podido frenar esta dinámica frentista, alimentada desde ambos lados, que está crispando el ambiente político y alejando de la sociedad la ilusión y el alivio que la tregua había producido.

Las miradas y las exigencias se vuelven a los políticos, a quienes se reclama que hagan su trabajo en este momento tan decisivo. "En la política, como en las empresas, habría que hacer un I+D en busca de un producto novedoso, porque estamos oyendo siempre lo mismo, pero sin resultados", reflexiona Ángel Iglesias, presidente y director general de Ikusi, la empresa guipuzcoana atacada por ETA con el secuestro en 1993 del ingeniero y sobrino del industrial, Julio Iglesias Zamora. "El precio de la paz lo tenemos que pagar todos y, por lo que a mí me puede tocar, estaría dispuesto a dar la mano a cualquiera con tal de arreglar todo esto, pese de los sufrimientos que hemos tenido", añade el dinámico empresario a quien tocó realizar el difícil papel de intermediario con los secuestradores.

Para otros, esa actitud generosa, llevada al extremo, encierra peligros. Tal y como señala el también empresario José María Vizcaíno, "no vale la paz a cualquier precio, no podemos dejar que lo ocurrido en todos estos años pase a la historia como una anécdota. Sería una mala herencia y dejaría heridas sin suturar que aflorarían más adelante". Vizcaíno, que lideró a los empresarios en los años ochenta animándoles a no someterse a la extorsión del impuesto revolucionario de ETA, insiste en que "hay una frontera entre lo que está bien y lo que está mal, y no pueden hacernos admitir a quienes no hemos sido de esa manera que lo otro ha sido normal". Uno de esos valores, el de la justicia, es lo que pide Mikel Olaziregi, hermano del empleado de la tienda de bicicletas que tuvo la mala suerte de tener como cliente a Valentín Lasarte poco antes de su detención. Un tiempo después, ETA le asesinó atribuyéndole responsabilidad en la captura del etarra. "La tregua no puede significar que nosotros renunciemos a lo único que pedimos", dice Olaziregi. "Quien ha cometido un delito no puede quedar impune". También admite que la tregua ha sido bienvenida por toda su familia, pero precisa que sólo representa un "compás de espera" en su exigencia de justicia.

Otros reclaman pragmatismo, como el productor de cine y ex miembro de ETA durante el franquismo Ángel Amigo. "Pragmatismo a lo Rosón", precisa, en referencia al proceso que terminó con ETApm en 1981. "El ministro Juan José Rosón se fijó un objetivo y no se complicó la vida con principios, que hay que tenerlos, pero es que ahora están apareciendo más principios de los que la gente ha tenido en toda su vida".

Amigo reclama que los políticos se centren en los problemas reales. "No estaría mal que los propios políticos decretaran a su vez otra tregua indefinida e incondicional entre ellos", dice, convencido de que la población civil ha interiorizado mejor y más rápidamente los efectos positivos de la tregua.

En esta misma línea, el atleta alavés Martín Fiz percibe que la gente "está más alegre, con la moral más alta, y habla más abiertamente". Esta impresión la ha percibido también en su entorno, en la veintena de personas que corren con él a diario en su entrenamiento: "Yo puedo entrenar con un abertzale y un ertzaina y no se habla de ciertos temas por respeto a los dos. El cambio sustancial es que ahora hablan esa persona de HB y ese ertzaina", afirma.

"Yo he hablado de política con gente con la que hace un año hacerlo hubiera sido un sueño", reconoce el escritor vasco Anjel Lertxundi, prolífico y premiado novelista en euskera y autor de Un final para Nora, su segunda obra en castellano recién editada por Alfaguara. "Una de las cosas más reconfortantes de la tregua es precisamente estar haciendo lo que en 30 años no hemos hecho: hablar en libertad y eso lo he notado mucho en mi entorno. Pero la fosa social es practicable", añade el novelista, que reitera su escepticismo respecto al papel de los políticos. "No hay ni valentía, ni nadie quiere ceder terreno, y eso es lo más peligroso que puede suceder", advierte.

Advertencia que comparte el actual Consejero Director General de la Bolsa de Bilbao, José Luis Damborenea Ortiz de Zarate (San Sebastián, 1949), quien afirma que después de la gran ilusión, la alegría y la esperanza que produjo el inicio de la tregua, "hoy nos encontramos en un compás de espera".

Los efectos positivos de la tregua también son reconocidos por alguien que desde hace muchos años vive a caballo entre Euskadi y Madrid, el director del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, Diego Galán. "El efecto que produjo la noticia es notable a primera vista y palpable en la calle y en el ambiente general", dice. Para Galán esta impresión refleja que la violencia estaba hasta tal punto interiorizada como algo perdurable entre los vascos que "muchos se sentían condenados a vivir con ella y no tenían contemplada la probabilidad de su desaparición".

Carne de gallina

Al juez decano de la Audiencia Provincial de Vitoria, Jaime Tapia, se le puso la carne de gallina cuando supo que ETA había anunciado un alto al fuego, "pensando cómo cambiaría esto el futuro de mis hijos, porque yo siempre he vivido con ETA". El único magistrado de Álava que conoce el euskera está convencido de que la tregua es definitiva y no tiene reparos en afirmar que sin violencia el País Vasco va a ser un lugar idílico para vivir.

Y de Álava a la capital vizcaína, donde a nadie le es difícil comprobar el momento de esplendor que está viviendo el sector turístico y hotelero, gracias a la transformación de un Bilbao industrial en una ciudad de servicios. Bilbao se ha encontrado con un aumento importante de visitantes, un segmento turístico de fines de semana en amplia expansión, debido en gran parte al tirón del Museo Guggenheim. Para Agustín Martínez Bueno, director general de los Hoteles Ercilla, la tregua es un aliciente más para sentirse optimista. "El empresario no ha esperado a que el político le dijera dónde debía ir". En su despacho, rodeado de fotos, grabados y recuerdos taurinos, con su característico optimismo, el empresario bilbaíno resta importancia a las acciones de la kale borroka del entorno de HB. "Los últimos acontecimientos no tienen que enturbiar el proceso de paz. Son dos cosas distintas. La paz debe conseguirse por encima de todas las situaciones existentes", dice.

La reactivación del sector turístico ha sido un indicador de la nueva situación creada por la tregua. Así lo reconoce Jenobeba Mitxelena, propietaria de una casa rural en Hondarribia. El cambio "ha sido radical", asegura. Sus clientes vienen con otro espíritu a su caserío, situado en la falda del monte Jaizkíbel: "Les noto menos recelosos y ya no preguntan qué lugares deben evitar o dónde no deben aparcar el coche".

También da fe de esta reactivación el secretario general del Sindicato Empresarial Alavés (SEA), José Zurita, para quien la frase más profusamente utilizada por los empresarios de que la paz es la mejor inversión, es "algo más que un lugar común". "Junto a la esperanza hay ansiedad por saber si esto va a ser definitivo", asegura este representante del sentir de los empresarios. "La botella de champán está aún en la nevera esperando a que nos animen a abrirla". Según Zurita, aún no se detecta un cambio en la actitud del empresariado en el terreno de la inversión. "Esas decisiones no son inmediatas".

Sin embargo, ETA no extendió su declaración de tregua al ámbito económico y, en el mes de noviembre, envió más de 40 cartas exigiendo el impuesto revolucionario a empresarios vascos y navarros. Pese al escepticismo que su autoría despertó en sectores nacionalistas vascos -el PNV inicialmente las atribuyó a provocaciones al estilo de guerra sucia, y mencionó incluso al Cesid-, posteriormente hasta los servicios policiales franceses han confirmado la autenticidad de las misivas de ETA y el consejero de Interior del Gobierno Vasco, Javier Balza, lo ha reconocido en su última comparencia.

Optimismo empresarial

Pero este episodio no ha empañado el optimismo empresarial. Otro testimonio de la tranquilidad que la tregua ha aportado a los empresarios vascos lo ofrece Román Knörr, presidente de Carbónicas Alavesas S.A. y miembro del consejo de Confebask y de la junta directiva de la CEOE. Knörr, que sufrió un intento de secuestro en Vitoria, asegura que algunas ideas y proyectos empresariales que permanecían estancados "se están volviendo a movilizar".

Optimismo compartido por Alfonso Basagoiti, presidente del poderoso Círculo de Empresarios, quien confirma que el alto el fuego declarado por ETA produjo un inmenso sentimiento de esperanza y optimismo en la sociedad vasca. "Sin embargo", precisa el que fue consejero de Economía y Hacienda del Gobierno vasco, "no es menos cierto que tras el horizonte abierto por ese nuevo escenario no se ha producido un cese definitivo y paralelo de toda manifestación de violencia en Euskadi". Basagoiti dijo el 9 de febrero pasado que "los partidos no estaban gestionando bien la paz", lo que le granjeó una insólita y sorprendente nota crítica del Euskadi Buru Batzar del PNV. Hoy puntualiza que junto a las lógicas medidas dirigidas a hacer fácil el tránsito por este difícil proceso, el Gobierno, el Ejecutivo autónomo vasco y los partidos "deberían hacer causa común en el mantenimiento de una cohesión social vasca que es, a buen seguro, el mejor reflejo de una Euskadi plural, dinámica y civilizada".

A esa Euskadi plural también se refiere José Guillermo Zubia Guinea, secretario general de la Confederación de Empresarios Vascos (Confebask) cuando constata el contraste que se da entre ese sentimiento ciudadano y la evidente crispación política. "La sociedad vasca no está ni dividida ni crispada, y reclama a sus representantes que aúnen esfuerzos y voluntades; que dejando a un lado los intereses partidistas, actúen con la valentía que requiere el momento", dice.

Como Zubia y Basagoiti, Sabino Arrieta, presidente de Sidenor, también participó en los encuentros que la Confederación de Empresarios mantuvo con el portavoz de HB, Arnaldo Otegi. Gratamente sorprendido por el actual líder abertzale, Arrieta insiste en que con este acercamiento al mundo de la izquierda radical los empresarios se han movido para reforzar la situación de tregua. "Los empresarios no tenemos un miedo específico al Pacto de Lizarra. Creo que en este proceso hay una parte activa y otra que está muy paralizada y que puede descompensar la solución final. Entre nosotros no se produce esa fractura de dos mundos, el nacionalista y el otro; eso no existe. Esperamos todos con anhelo la tregua definitiva".

El optimismo empresarial es, sin embargo, enfriado y matizado por el economista Roberto Velasco. El profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de Bilbao recibió la tregua con la ilusión que proporciona intuir que está próxima la hora de pasar esta triste página de la historia, que "ha pervertido las relaciones políticas y ha lastrado el desarrollo económico". Ahora centra su esperanza en que la desaparición de la violencia haga aflorar al debate social temas como el paro, las drogas y el futuro económico, "que son los asuntos que preocupan a la gente". También mitiga su esperanza el aumento de la crispación entre los partidos, "que han sustituido la discusión política por el enfrentamiento ideológico".

Esa preocupación es también compartida, pero en tono más grave, por el sociólogo Javier Elzo, a quien llama la atención la crispación que palpa en la propia sociedad, distinta a la que se ve entre los políticos y en la prensa. Según dice, se nota en la calle, en el autobús que le transporta de San Sebastián a Bilbao, tres veces por semana, para impartir clases en la Universidad de Deusto, o en los bares y restaurantes. "Yo enmarco esto en la dificultad para recolocar socialmente el cambio que se ha producido al pasar de la fractura social entre violentos-demócratas a la reciente fractura entre nacionalistas-no nacionalistas". Esta tensión también la percibe Elzo entre compañeros, intelectuales, gentes con fuerte sensibilidad política. "Hay una mayor dificultad para el diálogo".

El cielo sigue cargado de nubarrones, y después de la alegría inicial, la euforia se ha apagado. El optimismo se vuelve comedido. Es así como describe la situación José Luis Lizundia, miembro de Euskaltzandia (Academia de la Lengua Vasca). "Seamos prudentes frente a muchos de esos políticos indocumentados, incapaces de hacer un análisis político con mediano rigor por falta de conocimiento de la historia de nuestro pueblo y de España". El académico vasco niega a ETA y a su entorno su pretensión de solucionar la "cuestión nacional vasca", que está sin resolver en los dos últimos siglos. Aunque a corto plazo ve esperanzado que la tregua podría suponer el cierre de la transición en Euskadi, "el único lugar donde sigue abierta por culpa del terrorismo".

Imagen barriobajera

El respeto a la vida y su condición de objetor de conciencia debieron movilizar desde muy joven a Gorka Berroeta, actual presidente del Consejo de la Juventud del País Vasco. La noticia de la tregua le sorprendió en el desangelado local que es sede del Consejo y recuerda que sintió con sus compañeros que ese día se abría una nueva etapa. Ahora alberga dudas sobre "cómo digeriremos todo lo que ha pasado", porque percibe que está llegando el final. Al igual que la mayoría de los consultados tiene su reproche hacia los políticos: "Dan una imagen barriobajera cuando salen tirándose piedras unos a otros". "La sociedad no quiere eso y les está pidiendo calma, que desempeñen su trabajo con dignidad", añade. Piensa que los políticos están obligados a tener cuidado con sus palabras porque pronuncian "frases terribles que pueden herir y hasta incitar a la violencia". El sentimiento ambivalente entre el avance y el riesgo que la actual situación política de Euskadi produce entre los encuestados también lo expresa la militante de Gesto por la Paz Ana Rosa Gómez Moral. Pacifista convencida, recuerda que en su organización se vivió el alto al fuego, primero con esperanza y luego con preocupación. "Tras su anuncio nos planteamos la disolución", dice. "Pero, aunque sin el dramatismo de antes, existe aún un tipo de violencia implícita que nos obliga a seguir". Gómez Moral asegura que quienes trabajan en el pacifismo activo desde Gesto están deseando aparcar las energías gastadas en estos años y dedicarlas a otros objetivos. "La disolución de Gesto sería la oportunidad de rehacer nuestras vidas y dedicarnos a otras ONG, pero por ahora hemos decidido seguir. A pesar de que la movilización ha decrecido, porque la gente está deseando liberarse del monotema de la violencia y quiere pasar página".

Con información de Isabel Martínez. Vitoria

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