El gato
MIQUEL ALBEROLA Hasta el penúltimo día de su vida Joan Fuster estuvo persuadido de que el nacionalismo posible en el País Valenciano sólo era factible a través de partidos "centralistas" o "sucursalistas", como el PSOE, que fue su preferido, pese a personalizarlo en Ciprià Ciscar, Antoni Asunción o Ricard Pérez Casado. Así se desprende también del libro promocional del secretario general del Bloc Nacionalista Valencià (BNV), Pere Mayor, sobre la trayectoria y los avatares de este partido, donde hay un par de páginas dedicadas a un encuentro con el ensayista el día antes de su muerte, con escasa oportunidad para el objetivo de la entrevista, que no es otro que vender la operatividad electoral del BNV y la pericia de su dirigente. Esta paradoja protagonizada por el ideólogo del asunto todavía constituye el tabú más sagrado del movimiento. Por simplificarlo en una caricatura, Fuster terminó sus días fumando puros tras escribir varios libros contra el tabaco e inspirar un cierto movimiento antihumo. Ante la cuestión, todos miran hacia otro lado, en el mejor de los casos. El integrismo lo resuelve simplemente con el desprecio a la persona que plantea el contrasentido, desplegando en seguida una hermenéutica con pretensiones objetivas que guarda cierto parentesco con el meollo de la Santísima Trinidad. A lo mejor es que se trata de eso. Entre el superávit de especialistas, expertos y profesionales de la vida, la obra y los milagros de Fuster -incluso de los geroglíficos de sus mohines-, se echa en falta a alguien que aborde de una vez este trasfondo con autoridad y de forma laica. Aunque ahora que el BNV, en virtud al acuerdo con Los Verdes (y a las entusiastas encuestas -intención más simpatía, ya se sabe- que guardan el PP y Convergència i Unió), ya sobrepasa el Everest del 5%, como proclama el propio Mayor, quizá ya no tenga nigún sentido desentrañar un asunto cuya relación con el fracaso electoral del partido se antoja proporcional y clave. Dicho sea en el enésimo y definitivo intento de levantar por el rabo a un gato (Fuster), que cada día se parece más al de la metáfora del Levante UD -¿será el mismo?-, que tenía que trepar a la palmera para que ascendiese el club a Primera, y estaba muerto.
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