La mayor salinera de Santa Pola, la primera en certificar la calidad de toda su línea productiva. A por Japón
La compañía salinera Braç del Port, SA, la mayor empresa que opera en las salinas de Santa Pola (Baix Vinalopó), consiguió el pasado 8 de febrero pasado un hito a nivel europeo. La certificadora más antigua de Europa, la noruega Det Norske Veritas, concedió a la salinera la norma ISO 9002 (indicadora del cumplimiento de exigentes niveles de calidad homologados internacionalmente) en todas las fases de su producción. En Europa son varias las empresas del sector que cuentan con normas ISO, pero ninguna de ellas afecta a todo el sistema de producción.
Las normas ISO establecen una serie de controles de calidad y varias compañías auditoras son las encargadas de evaluar si la empresa solicitante reúne las condiciones necesarias. En el caso de Braç del Port, la firma alcanzó las exigidas en la producción, molturación, deshidratación y venta de sal. En España la principal entidad expendedora de normas ISO es Aenor, pero Braç del Port eligió a la veterana firma noruega por razones de prestigio y por contar con el aval de un mayor reconocimiento internacional. Y es precisamente el prestigio el principal valor sobre el que cotizan las normas ISO, ya que no tienen repercusiones materiales. El proceso de certificación comenzó a mediados del año pasado a solicitud de la salinera. Técnicos de la certificadora noruega visitaron las instalaciones durante este periodo. El certificado llega para Braç de Port casi como un regalo de cumpleaños, ya que la salinera está próxima a cumplir los cien años de actividad. La Comunidad Valenciana ocupa uno de los primeros puestos en producción de sal de España y el primero en sal marina. Esta última se extrae en su mayor parte de las salinas de Santa Pola, Torrevieja (La Vega Baja) y la localidad murciana de San Pedro del Pinatar. En territorio valenciano, las salinas de Santa Pola son las principales fuentes de sal marina pura, puesto que en Torrevieja se mezcla con una disolución de sal gema traída de Pinoso (Vinalopó Mitjà) desde hace años. Braç de Port cosecha entre 100.000 y 120.000 kilos de sal al año, en función de las condiciones climatológicas, que tienen una gran incidencia en esta actividad. Lo hace mediante un largo y complejo proceso que comienza con el trasvase de agua desde el mar a las salinas. Una bomba con capacidad de 800 litros por segundo bombea las 24 horas del día desde una boca situada a 50 metros del mar. Por un sistema de azarves se deposita en los concentradores, que ocupan 700 de las 900 hectáreas de las salinas, donde el agua va adquiriendo densidad. Pasando de unos a otros, el agua obtiene los grados de salinización necesarios para pasar a los condensadores, donde el cloruro sódico cae al fondo y comienza a cristalizar. En verano, con la máxima evaporación, llega la recolección, que suele durar desde julio hasta octubre. Una vez cosechada, la sal pasa por una unidad que se ocupa de apilarla en gigantescas montañas que pueden verse a kilómetros de distancia. Una pequeña parte de la producción, generalmente la de menor calidad, la absorben las zonas centrales y norteñas de España cuando se ven afectadas por temporales de nieve que requieren de sal para fundir el hielo que se forma sobre las carreteras. Sin embargo, en estos casos se suele recurrir a la sal de mina, que tiene menos propiedades que la marina. La salinera de Santa Pola tuvo el año pasado un volumen de negocio de 880 millones y destinó el 30% de su producción a la exportación, principalmente a Noruega, pero también a Francia, Reino Unido, algunos países africanos y Japón. Sólo el 13% se queda en la Comunidad.Prácticamente toda la sal con la que los españoles condimentan sus alimentos procede de salinas y minas de España. La mayor parte de las primeras se concentran en el sur del Mediterráneo, zona geográfica privilegiada para una recolección basada en la evaporación del agua. Con un mercado nacional consolidado y sin perspectivas de variaciones, el reto de las compañías salineras españolas es la conquista de nuevos clientes en países donde no tengan presencia y la consolidación de su presencia en los que ya consumen sal española. "La publicidad en este negocio no tiene mucho sentido", señala el gerente de Polasal, Javier López. "La gente no va a echar más sal en la comida porque pongamos un anuncio en la televisión. Nuestra única capacidad de expansión es ganar nuevos clientes y abrir nuevos mercados". Existen muchos países productores de sal en los que la situación es similar a la española. Son mercados que se autoabastecen y apenas hay resquicios por los que las empresas españolas puedan introducirse. Algunos países nórdicos, Francia y, en menor medida, el Reino Unido, y algunos países del África subsahariana son, de momento, los únicos bastiones de la sal española en el extranjero. La atalaya está en Japón, una de las plazas donde ha entrado recientemente la sal de España. Este país tiene un mercado muy hermético y receloso de las injerencias extranjeras, con la dificultad añadida de que se encuentra intervenido por el Estado, con lo que el control de importaciones de sal ajena es muy riguroso. Conseguir establecer una línea estable y sólida de comercio con el país del sol naciente es todo un desafío para las compañías salineras españolas. La Nueva Compañía Arrendataria de las Salinas de Torrevieja, S.A. (Torresal), perteneciente al grupo francés Salins du Midi, facturó 4.824 millones en el año fiscal que va del 1 de julio de 1997 al 30 de junio de 1998. Esta empresa constituida en 1951 cosechó en ese periodo 681.000 toneladas de sal marina mezcladas con sal gema.
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