_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sueños

Acabo de cumplir 56 años en el mero Sunset Boulevar de Hollywood: una cinéfila no puede pedir más. Desvelada por el cambio horario, esta madrugada he abierto los ojos y he contemplado las luces del valle y, a lo lejos, el grupo de rascacielos del Downtown. Ha amanecido poco a poco, y nada amanece mejor que Los Ángeles en un día soleado, después de una jornada tormentosa: contexto Cecil B. De Mille, con un toque ligeramente Escarlata O"Hara. Un buen regalo de aniversario para quien empieza a tantear con un pie el primer tramo del bulevar del crepúsculo.Da qué pensar. Como no tengo ínfulas filosóficas me limito a rumiar cuán parecido es Hollywood a eso que eufemísticamente llamamos el otro barrio. Efectivamente, nos encontramos ante un enorme cementerio. Visitando el hotel Roosevelt, donde hace 71 años se reunieron los primeros académicos para conceder los primeros Oscar, en la parte antigua que albergó el esplendor de los años heroicos, encuentro en sus paredes, a modo de museo del recuerdo, nombres y rostros que llegaron hasta el último rincón del mundo donde existieran una carpa ambulante, un iluso cargado con un proyector y peregrinos dispuestos a sorber maravillas. Personajes y sombras de la epopeya del cine.

Coincide con que acabo de leer la exquisita novela El padre de Frankenstein, de Christopher Bram (Anagrama), cuya versión cinematográfica, Dioses y monstruos, opta a un par de las estatuillas que se distribuirán este domingo. Habla de la forma en que murió James Wahle, el director de Frankenstein, mucho después de que falleciera su fama. En el Roosevelt no están ni su foto ni su nombre, pero sí su obra. Nuestros sueños nos sobreviven, y es una suerte, porque son mejores que nosotros. Hay quien se las arregla para estirar la pata después de haber sumido a los otros en sus pesadillas, pero ésta es otra historia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_