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Velada nostálgica

JOSÉ LUIS MERINO El pasado viernes en el Club Cocherito de Bilbao se rindió un emocionado recuero al diestro Antonio Ordóñez, muerto unos meses atrás. Se memoraron las excelencias de su toreo y las numerosas circunstancias que vincularon al torero de Ronda con Bilbao. Ordónez tenía muchos amigos en esta ciudad. En un determinado momento se le concedió la insignia de oro del Athletic de Bilbao, lo cual es, como cabe suponer, una manera de bilbainizarlo para toda la vida. Invitado especial para hablar de Antonio Ordóñez se encontraba en la mesa presidencial el diestro ya retirado Paco Camino. Lo presentaron como el torero que más tardes alternó con Ordónez. A lo que añadiríamos que no sólo fue quien más tardes toreó con él, sino que llego a ser su más alto competidor en poder, sabiduría y arte, e incluso en muchas ocasiones consiguió superarle. Camino dijo que Ordóñez fue para él el torero más grande que había visto en su vida. La primera vez que le vio torear, sólo tuvo una idea: quería llegar a ser como Antonio Ordóñez. No llegó a conseguirlo, confesó con encomiable modestia, pero toda su vida luchó por realizar aquella idea. Lo que allí se evocaba en palabras, primero, y más tarde en imágenes, a través de un vídeo con actuaciones de Antonio Ordóñez, podía parecer que sólo tenía interés para nostálgicos de la fiesta brava. Sin embargo, por un momento me aislé de donde estaba y volé con la imaginación hacia el exterior, tanto en el espacio como en el tiempo... Estamos ante la fascinación de quien fuera en 1954 Premio Nobel de Literatura, el escritor Ernest Hemingway, por un torero llamado Antonio Ordóñez. Se hicieron amigos. El escritor idolatraba al espada. Veía en él al campeón del valor, la supremacía de quien se juega la vida y la gana. En alguno de sus escritos relata con qué unción limpiaba una herida de asta de toro que Ordóñez tenía en el trasero, que el doctor Tamames había curado, y luego dejó a Hemingway para que cuidara la herida. Está diciéndonos Hemingway que él era un privilegiado por poder curar paciente y amorosamente a su torero; no importaba dónde estaba la herida o, tal vez, porque estaba en un lugar íntimo, justo por eso él era un tipo privilegiado. Para más aproximación a la relación entre Ordóñez y Bilbao, el propio Hemingway hace referencia a un hecho acaecido en la feria bilbaína de 1959. Es el momento en que Ordóñez se perfila para entrar a matar recibiendo. Dice el hombrón de Illinois: "quería compensar por cada una de las reses a las que mató con ventaja a lo largo de su existencia, eran muchas". Luego como colofón a esa estocada, Hemingway plasma unas líneas breves, llenas de pasión literaria, con las que desea aprehender la interiorización anímica del torero: "era la cara extrañamente amistosa del muchacho más extraño de cuantos he conocido, y por un momento mostraba compasión en el ruedo, donde no hay sitio para ese sentimiento...". Otro ilustre creador, Orson Welles, fue asimismo admirador incondicional de Antonio Ordóñez. Veinte años antes de morir, el genial director de Ciudadano Kane recordaba sus experiencias como aprendiz de torero en Andalucía en 1932. Justo ese año nacía, en Ronda, Ordóñez. Unas palabras de Welles explican su afición: "Había tanta gente emocionada por las corridas que yo mismo cogí el virus". Toreó algunas novilladas con el apodo de El americano. Supo pronto que no sería buen torero. La vida, el cruce de destinos, hizo que Welles se fijara en un torero de manera especial. El elegido no podía ser otro que Ordóñez. Se inició un recorrido de admiración y amistad. Fue de tal calado la admiración de Welles sobre el torero que le llegó a confiar un deseo supremo: cuando muriera Welles deseaba que sus cenizas quedaran para siempre en la finca que tiene Ordóñez en Ronda. Y allí fueron y allí están. De vuelta a la calle Nueva, donde está ubicado el Club Cocherito, sin dejar de evocar a Hemingway y Welles en su relación con Antonio Ordóñez, creí entender que en aquella emocionada velada se había dado un paso más para convertir la figura del torero en una hermosa y fulgente leyenda personal.

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