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Redoblar hasta que sangren las manos

Tocar el tambor, tocarlo sin parar. Durante este fin de semana, en la localidad cordobesa de Baena esa era la consigna. Personas de todas las edades salían de sus casas con el tambor amarrado a la cintura y lo aporreaban al tiempo que hablaban con los amigos o bebían en el bar. Hombres y mujeres, mayores y pequeños, llegados de numerosos rincones de España, han dado culto a este instrumento de percusión como nexo existencial. Desde la tarde del viernes hasta la de ayer domingo, Baena ha acogido las XIV Jornadas Nacionales de Exaltación del Tambor y el Bombo que han reunido a 10.000 personas provenientes de 22 municipios de cinco regiones. Y por supuesto los lugareños. La representación local estaba compuesta por más de 2.000 judíos, las cinco hermandades de tambor ronco, las tres centurias romanas y la banda de cornetas y tambores. Al acercarse a Baena se percibía un lejano rumor, como una sorda vibración que iba creciendo hasta hacerse ensordecedora en cada calle del pueblo. En cualquier esquina, a las puertas de cualquier bar, tamboristas y tamborileros aprovechaban el tiempo entre acto y acto para intercambiar toques, redobles y técnicas. Y para tomar un trago a mayor gloria del tambor. O del ruido. Si variados eran los sones, tanto más singulares los trajes, los uniformes y los hábitos del oficio. Desde los Judíos Coliblancos y Colinegros de Baena con sus rojas chaquetas bordadas hasta las batas negras o los cubrerrostros estampados de Levante o Aragón. A la entrada de Baena, un joven de la localidad murciana de Mula no paraba de tocar un tambor sobrecargado de adornos en metal dorado. "Éste es el redoble que me gusta, aunque en mi pueblo hemos copiado el de Moratalla que es así", y cambiaba de ritmo sin que las baquetas dejaran de bailar sobre el parche. Este encuentro con el ruido -que es música caso por caso, persona por persona-, ha supuesto para los asistentes un anticipo de la Semana Santa: "En Mula empezamos a tocar el Martes Santo y no paramos hasta el Domingo de Resurrección". 10 horas en autobús En la puerta de un bar, un tamborista de Albalate del Arzobispo (Teruel) explica que no le importa estar más de 10 horas en un autobús con tal de tocar el tambor. Muchos de los asistentes a estas jornadas llevaban sus manos precavidamente protegidas por mitones. Así, evitan que el persistente golpeo de los nudillos contra el pellejo del tambor les haga sangrar. Es lo que en el argot local se conoce por "echar la caja": tocar sin descanso hasta que sangren las manos. Otra singularidad de Baena son sus formaciones de percusión. De una parte los Coliblancos y Colinegros que identifican, respectivamente, a las clases altas y bajas de la localidad. De otra, las denominadas hermandades de cajas roncas, con pellejo de vaca en lugar de chivo y cabra para lograr un sonido más grave y apagado. El color de la indumentaria le da a cada agrupación un sobrenombre popular: berenjenos, cebolletas, pimientos morrones, enlutaos y pitufos. En Baena no se descansó en la madrugada del domingo. Después de la inauguración del monumento a los tambores de España y del desfile, comenzó a vibrar la noche. Los cuarteles abiertos por hermandades peña ofrecían vino y pan con aceite a todo el que se acercaba. Necesario para aguantar firme un redoble de 48 horas.

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