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Tribuna:LA HORMA DE MI SOMBRERO
Tribuna
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El amigo polaco de "Copito"

Mi hijo Josep Maria, residente desde hace unos meses en Varsovia, donde dirige el Instituto Cervantes y ejerce de agregado en nuestra embajada en la capital polaca, me escribe para contarme que ha conocido a "un personaje curiosísimo". Se trata de un profesor de la Universidad de Varsovia, Jerzy Axer, eminente filólogo helenista e historiador de la Europa Central y del Este (siglos XVI y XVII). El profesor Axer regenta, mano a mano con su colega el historiador Jan Kieniewicz, ex embajador de Polonia en España, un resorte de la Universidad de Varsovia que ostenta el peregrino nombre de Centro de Estudios Antiguos y de Europa Central y del Este (OBTA, según las siglas polacas), hecho a la medida de estos dos caballeros. Me cuenta mi hijo que en una de sus visitas al OBTA, mientras esperaba a solas al profesor Axer en su despacho, "me permití", dice, "el atrevimiento de acercarme a su mesa de trabajo para conocer el contenido del marco colocado sobre dicha mesa". "Qué sorpresa la mía, y qué alegría", me escribe José -unas veces le llamo Josep y otras José, casi nunca Josep Maria-, "al comprobar que, en lugar de un familiar querido, de algún relevante político o, mejor aún, de un jerarca de la Iglesia (tan abundante en estas latitudes), quien ocupaba el espléndido marco de la mesa del despacho del profesor Axer no era otro que nuestro entrañable Copito; una fotografía del gorila albino del Zoo de Barcelona". "Veo que tiene ahí la foto de mi compatriota", le dijo José, en tono jocoso, al profesor. "Somos viejos amigos. Suelo ir a visitarlo siempre que voy a Barcelona", le respondió éste. Acto seguido, el profesor se interesó por la salud de su amigo. José se acordó de que hará un par de años operaron a Copito y se lo dijo. "¡Nada grave, supongo!", se inquietó el profesor. "¿Algo de estómago?". "Más bien un problema de próstata, creo recordar...", dijo José. "¡Claro!", dijo el profesor. "¡Cosas de la edad!". El profesor Axer le ha confesado a José su gran afición por los parques zoológicos. "Tengo amigos por toda Europa y parte de Estados Unidos", le ha dicho el profesor. "Entre los más queridos se encontraba hasta hace poco el pobre Franz, el hipopótamo del Zoo de Berlín, probablemente el hipopótamo más anciano de Europa, si no del mundo. Sobrevivió a la posguerra, al estalinismo, y poco le faltó para que viera la caída del muro. Pobrecillo, la suerte le privó de esa alegría". El profesor Axer y mi hijo se intercambiaron información sobre sus respectivos amigos. El profesor se preocupa por la salud de la cría de orangután nacida en nuestro zoo, así como por la de su madre, Loki, y José, además de tranquilizarlo,de decirle que madre e hija están la mar de bien, le manda un fax al OBTA con la foto del hipopótamo enano, huérfano desde el parto, que no hace mucho nació en el Zoo de Londres. "Distinguido Sr. profesor", le escribe José. "Sabedor de su afición, que comparto, por todo género de criaturas, adjunto le remito la fotografía de un recién nacido ciudadano británico". A los pocos días, José recibe la respuesta del profesor Axer: "Muy estimado Sr. director: ¡Gracias por tan cariñoso recuerdo de mi persona!". La descripción que José me hace del profesor Axer me recuerda el estilo inconfundible de mi compañero Jacinto Antón, una de las plumas que me hacen más alegre y digerible este diario. "Su aspecto", me escribe José, "es el de un mamífero perfectamente civilizado. Viste un impecable terno inglés, color ala de mosca, rematado por un impoluto cuello almidonado (corbata de seda, color burdeos, con alfiler de oro). Su alta frente preside un impresionante cráneo braquicéfalo con una ligera tendencia ovoidal, parcialmente cubierto por un elegante pelo lacio, de una coloración similar a la de los orangutanes adultos. Su apretón de manos, inusualmente largo y poderoso, acompañado de una penetrante mirada, transmite un deje de herencia salvaje no reprimida o, cuando menos, de incontestable rango de jefe de la tribu". Imagino que el profesor Axer y José habrán saludado, con júbilo y vodka, el reciente alumbramiento de las dos nietas de Copito, hijas, respectivamente, de Kena y Machinda, dos hijas del albino, y de Chebo, un gorila llegado llegado del Zoo de Amsterdam (otro holandés). Según tengo entendido, dentro de poco se va a decidir, por votación popular, qué nombre se les pone a las nietas de Copito. Hasta hoy, toda la familia de Copito de Nieve ostenta nombres de la tribu fang, que es la tribu guineana de la que proviene Copito (Nfum-Nhui, gorila blanco -los fang adoran al gorila blanco-, antes de que lo bautizara ridícula, waltdisneyanamente, el profesor yanqui Riopelle). Creo que ya va siendo hora de integrar a la familia de Copito a nuestra catalanidad. ¿Por qué no ponerle a una de sus nietas Laia, Mercè o Montserrat? En cuanto a la otra, ¿por qué no darle el nombre de una Virgen polaca? Estoy seguro de que el profesor Axer, Jerzy (es decir, Jordi; como el hijo de Cruyff, otro holandés), Jerzy Axer, estaría encantado de apadrinar, en Barcelona, a la nieta de su viejo amigo Copito de Nieve.

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