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Una obra gigantesca

Santiago Segurola

Sobre los demás mitos de la historia del fútbol, Cruyff añade una caractéristica que le vuelve único. Su legado trasciende su fabulosa carrera como futbolista, o su profunda huella como entrenador, o su potentísima influencia sobre el devenir de dos de las mayores instituciones futbolísticas del mundo: el Ajax y el Barcelona. Con Cruyff no hay barreras que le detengan. Su personalidad invade todos los rincones, desde los más sublimes a los más pedestres, hasta el punto de crear un universo dentro del gran universo del fútbol. Es en este sentido donde se puede hablar del cruyffismo, término que sirve para explicar el calado de un personaje que, llevado al extremo, provoca una duda capital. ¿Qué es más grande: el fútbol o Cruyff? Es la pregunta que sobrevuela Barcelona en la hora de su homenaje.Desde el Barça, Cruyff se ha convertido en la principal referencia del fútbol español en los últimos 30 años. Es al Barcelona lo que Di Stéfano al Madrid, especialmente por su capacidad para revertir la historia. Lo consiguió de forma breve, pero certera, con su llegada en 1973. Nunca le ha faltado el don de la oportunidad, y en aquellos días tampoco. Si su botín con aquel Barça sólo fue de una Liga, es lo de menos. Lo importante es el cuándo (en la agonía del franquismo), el cómo (de una forma gloriosa, con un 0-5 en el Bernabéu de por medio), y el porqué (para sacar al Barcelona de su vieja condición victimista).

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Como futbolista, Cruyff cumplió en el Barcelona una misión considerable. Su figura impregnó una época y sirvió como principal referente para el barcelonismo. Después de un atribulado arranque como presidente, Núñez acertó por fin a intepretar la importancia decisiva de Cruyff para el barcelonismo. Si lo hizo por obligación, en un periodo borrascoso que comprometía su posición como presidente, tampoco importa demasiado. Más reseñable es su torpeza para comprender la verdadera grandeza de Cruyff: su papel de visionario destinado a cambiar el signo del poder en el fútbol español.

A Cruyff se le puede explicar desde la belleza del juego que practicó su equipo, desde tal o cual éxito, desde la fascinación que provocó en todo el fútbol español, desde cualquier ángulo, porque volvemos al principio: Cruyff lo impregna todo. Sin embargo, hay un aspecto sustancial que le sitúa en una posición de supremacía en el panteón azulgrana. Se trata de la gigantesca tarea que ha colocado al Barça a la cabeza de nuestro fútbol. Durante su etapa como líder real del barcelonismo, Johan Cruyff acabó una por una con todas las lacras que habían atacado con saña al club: el víctimismo, las urgencias históricas, la desvertebración en la estructura futbolística, la indefinición general.

Cruyff perfiló todos los rasgos que han convertido al Barcelona en el gran club de los años noventa. Lo hizo con inteligencia, estilo y precisión. Y con una profundidad que el barcelonismo aprecia con la máxima gratitud. No sólo por el histórico salto histórico del club en los últimos años, sino por el efecto devastador que ha tenido la obra de Cruyff sobre el Madrid. La obra de un personaje formidable.

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