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Malos olores

FÉLIX BAYÓN Para los que éramos niños a comienzos de los sesenta, Gibraltar era, y aún sigue siendo, un rincón exótico, el lugar del que venían bienes por entonces muy raros en este país: pantalones vaqueros, jabones fenicados, democracia parlamentaria y esas cajitas de latón de los cigarrillos Craven en las que guardábamos los cromos. Era aquél un contrabando ingenuo y venial. El franquismo nos aisló de muchas cosas buenas, pero también de alguna mala: en este lugar del Mediterráneo no había mafias. Ésas eran cosas de Sicilia, Córcega y Marsella.Los tiempos han cambiado mucho. El estrecho de Gibraltar ya no huele precisamente a jabones fenicados. La globalización económica ha hecho que el dinero negro sea más negro que nunca: la mayor parte de la evasión fiscal procede de los negocios ilegales, tráfico de drogas o prostitución. En apenas un par de años, a uno y otro lado del Estrecho han florecido misteriosas fortunas. El pasado fin de semana este mismo periódico publicaba dos excelentes artículos que ponían los pelos de punta. José María Irujo, el domingo, y Juan Goytisolo, el sábado, hacían una descripción bastante inquietante sobre lo que sucede en Ceuta y Melilla. Sólo en Ceuta, contaba Goytisolo, se mueven anualmente 300.000 millones de pesetas generadas por actividades ilegales. Lo que se mueve en Melilla sería aún mucho más. Naturalmente, esto sucede ante los ojos de los fiscales y de los inspectores de la Agencia Tributaria, que, a ambos lados del Estrecho, parecen estar de acuerdo en encogerse de hombros ante cualquier fenómeno que exceda la pequeña delincuencia o los leves fraudes fiscales. Eso sí, a la que un fiscal tiene entre manos a un pobre yonqui que roba un radiocassette o a la que un inspector de Hacienda pilla a un tendero que hace una sisa en la declaración del IVA, ahí se aplica todo el peso de la ley. Buenos son ellos con los que no tienen cómo defenderse. La realidad es así de demagógica. Afortunadamente, hay excepciones: la Fiscalía Anticorrupción, a pesar del escaso apoyo político que tiene de la Fiscalía General, parece haberse tomado el asunto en serio. Tan en serio que está investigando la cadena entera: desde el foco delictivo hasta el blanqueo de los dineros negros en la Costa del Sol. Mientras, las restricciones fronterizas con Gibraltar crean inquietud entre los que viven a este lado de la verja. Probablemente, si el Gobierno tuviera más tino a la hora de ejercer presiones, sería más fácil hacer entrar en razón a Londres sin alterar la vida de los ciudadanos. Pero, teniendo el Gobierno que tenemos, nos debe servir de consuelo pensar que, por fin, al menos, parece haberse dado cuenta de lo que se nos viene encima si no se atajan estos gérmenes mafiosos que amenazan con poner a Ceuta, Melilla, la Costa del Sol y el Campo de Gibraltar en la lista de la más oscura y podrida de las letanías mediterráneas: Sicilia, Córcega, Marsella... Como el mundo es un pañuelo, la presentación del GIL a las elecciones municipales en la Costa del Sol, Campo de Gibraltar, Ceuta y Melilla ha venido a añadir más picante a este guiso. Ya es casualidad. ¿O no es casualidad? Nos queda la esperanza de que la respuesta la tenga pronto la Fiscalía Anticorrupción.

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