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Santer insinúa que dejará caer como un lastre a los comisarios más criticados

El presidente de la Comisión Europea, Jacques Santer, insinuó ayer que se olvidará del principio de colegialidad y dejará caer, como un lastre pesado, a los comisarios que resulten más criticados por el Grupo de Sabios que investiga los casos de mala gestión y fraude en el ejecutivo comunitario. Deberán extraer las consecuencias del informe que éste emitirá el día 15 y "comportarse como personas políticas", declaró. "Excluyo dimitir", respondió su colega francesa, la comisaria responsable de investigación y formación, Edith Cresson.

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"Extraeremos la consecuencias de las recomendaciones del Grupo de Sabios; si sus conclusiones ponen en tela de juicio a miembros de la Comisión, éstos deberán comportarse como personas políticas", manifestó Santer.Escurridizo, Santer evitó indicar nombres, así como exigir abiertamente que cada cual asuma responsabilidades individuales. Sólo lo insinuó entre rodeos: "Deberán comportarse como personas políticas". Para él, la moción de censura parlamentaria del pasado 14 de enero dejaba a la Comisión "comprometida como colegio". O sea, respondía al principio de colegialidad solemnizado en el Tratado de la Unión -que excluye las dimisiones individuales salvo caso de delito flagrante-, y si alguien debe dimitir, dimiten todos.

"Pero ahora, superada la moción, y creado el Grupo de Sabios por el Parlamento, con un mandato preciso y delimitado", la situación es distinta, porque, la Comisión "ha aceptado de antemano sus conclusiones" anunciando que "aplicará en la práctica sus resoluciones", dijo.

¿Qué ocurre? Pues que el mandato sobre el que opera el Grupo de Sabios fue trastocado. La resolución del 14 de enero decía que éste debía "examinar cómo la Comisión detecta y maneja el fraude, la mala gestión y el nepotismo". Trece días después, la cúpula de la Cámara cambiaba ese mandato por el de "establecer hasta qué punto la Comisión, como colegio, o comisarios individuales, mantienen responsabilidades específicas por recientes casos de fraude, mala gestión o nepotismo". Es decir, de un dictamen sobre los métodos, se pasó a exigir un sucedáneo de sentencia sobre las personas.

Crisis institucional

Santer aguantó el tipo como jefe de un colectivo durante la censura, y amenazó con dimitir si descalificaban a un comisario, lo que abriría una grave crisis institucional. Ahora parece inclinarse porque cada palo aguante su vela, el sálvese quien pueda. "Espero que el informe del Grupo de Sabios contenga mensajes claros, sin ambigüedades", dijo. O sea, o condenas concretas o absolución general. Aquellas le permitirían invitar a dimitir a quienes resulten más criticados por los sabios. El problema vendrá si el dictamen ni es negro ni blanco, sino gris. ¿Quién dicta sentencia? ¿La prensa? ¿Con qué códigos de referencia?La francesa Edith Cresson, la más contestada, salió ayer al paso de Santer. "No puedo creer que haya pasado a ignorar el principio de colegialidad", dijo. "Excluyo dimitir", añadió, taxativa. Medios franceses añadieron que, en su opinión, Santer se ha aliado con los comisarios que buscan repetir mandato (varios nórdicos), sacrificando a quien convenga en aras de "salvar su piel a todo precio", y le imputaron presiones a los sabios para que "señalen con el dedo a los chivos expiatorios". Su portavoz, sin embargo, negó que el presidente "haya indicado que espera dimisiones". El ambiente es espeso.

Hasta tal punto, que incluso las decisiones acertadas aparecen como de vuelo chato. Esta misma polémica surgió ayer a raíz de una conferencia de prensa en la que Santer presentaba el nuevo Código de Conducta, uno de sus compromisos de transparencia y limpieza. El texto establece una exigente serie de incompatibilidades y reglas de comportamiento para comisarios, gabinetes y administración.

Así, fija que los comisarios no podrán ejercer ninguna actividad profesional, remunerada o gratuita; podrán militar en partidos, pero no ejercer cargos públicos por elección; sus puestos honoríficos deberán evitar los "conflictos de intereses"; se les obliga a declarar sus intereses financieros (ya lo han hecho, aunque voluntariamente) y las actividades profesionales de su cónyuge; y rechazarán cualquier regalo de valor superior a 150 euros (25.000 pesetas).

Además, respetarán la autonomía de los directores generales, quienes se guiarán por una "carta de misión" o manual de objetivos, sin que los gabinetes se interfieran: algo que evita la superpolitización de la Administración, pero consolida el mandarinato de los altos funcionarios, también designados por motivos políticos y presiones de los Gobiernos. Lo único que se ha dejado para la próxima Comisión es la composición plurinacional y limitación a seis miembros de los gabinetes comisariales (hoy cuentan entre ocho y diez miembros), así como la negativa a que los agentes temporales aterricen luego como altos funcionarios, el llamado "paracaidismo", que corroe también a otras instituciones. Santer se comprometió a transmitir estas ideas a su futuro sucesor, a título de recomendaciones.

Los citados

El Grupo de Sabios investiga con unas reglas de juego secretas

Pero no basta la presunción de sabiduría. Hace una semana, France Presse informó que el Grupo había citado a declarar a Santer, Cresson, Manuel Marín, Emma Bonino, Erkki Liikanen, Monika Wulf-Mathies y Christos Papoutsis, todos socialistas, salvo el presidente. La agencia de información se interrogaba por la ausencia en la lista del holandés Van den Broek, democristiano responsable de las relaciones con el Este -función en la que sucedió al conservador Leon Brittan-, ámbito donde se ha detectado el volumen más cuantioso de gestión irregular, aunque sin morbos individualizados. Al instante, el Grupo desmintió la lista de convocados, sin aportar un solo dato adicional. Pero la lista era cierta, según ha comprobado este periódico. Para aguantar su mentís, los sabios se vieron obligados a convocar también, poco después, al holandés Van den Broek. Ese episodio evidencia que está en juego si se utiliza o no un doble rasero según se trate de comisarios del Norte o del Sur, socialistas o democristianos. De hecho, a Van den Broek, la Comisión no le ha enviado una inspección de la Unidad de Lucha de Coordinación contra el Fraude, cuyos informes son materia prima básica para los sabios. Es decir, además de una tensión entre el Parlamento y la Comisión -con Santer rendido incondicionalmente a la Cámara-, se registra una guerra interna dentro del propio ejecutivo. En la que los mediterráneos llevan las de perder.

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