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Ikusager publica "El bello habano", una apasionada reivindicación del tabaco

No son tiempos para reivindicar drogas, aunque éstas sean legales, pero la editorial vitoriana Ikusager, dirigida por Ernesto Santolaya, acaba de publicar El bello habano. Biografía íntima del tabaco. Y por si fuera poco, la obra está escrita por Reynaldo González, cubano que reside en la isla, una heterodoxia más que se añade al hecho de reivindicar un placer (o un vicio, según quién lo mire) cada día más perseguido, a pesar de haber sido clave en los últimos cinco siglos de cultura occidental, y muchísimos más en América. El bello habano fue una idea de Ernesto Santolaya en un viaje a Cuba en 1990, después de quedarse atónito ante una fotografía que vio en EL PAÍS. "En la imagen aparecía un grupo de jóvenes secretarias neoyorquinas, tal y como rezaba el pie de foto, fumando en plena calle, entre dos altos edificios de oficinas de la Quinta Avenida. Eran como animales acorralados en una madriguera, que miraban llenas de temor al objetivo fotográfico", comenta el veterano editor alavés, quien por cierto no es fumador. A partir de ahí, comenzó a fraguarse un proyecto del que nada más aterrizar en La Habana puso al corriente al escritor Reynaldo Arenas, actual director de la Cinemateca de Cuba. "Me comentó que tenía una buena documentación sobre la historia del tabaco, y que le parecía bien la idea de relatarla con sentido placentero, como el que ofrece el tabaco", recuerda Santolaya, quien concluyó la realización del proyecto con la solicitud del prólogo a otro aficionado de los placeres mundanos, el escritor Manuel Vázquez Montalbán. Santaolaya destaca el aspecto mágico que González atribuye al tabaco. "El éxito en la cultura occidental del tabaco caribeño, el chocolate azteca, el café arábigo o el té asiático, que son casi simultáneos, llega con el desmoronamiento de unas creencias fundamentales, como por ejemplo que el mundo gira alrededor de la Tierra. A mí me parece sugerente ese comentario de Reynaldo González que considera que esta situación de incertidumbre fue clave para el asentamiento del tabaco, como ahora la sacralización de la medicina lleva al fundamentalismo de los antitabaquistas".

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