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Tribuna:LA CRÓNICA
Tribuna
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La amabilidad GUILLEM MARTÍNEZ

Sobre la amabilidad de la que no se puede hablar, se debe callar. En la uni tenía un amigote muy listo que se llamaba Joan -hola, Joan, truca"m-, que un día fue y me dijo: "Guillem, l"esquerra avui en dia només és amabilitat; i això és molt...". Es una pena que esta frase, en vez de ser el aforismo siete del Tractatus de Wittgenstein, sea el aforismo chorrocientosmil de Joan -hola, Joan, truca"m-. De haber sido así, alguna uni de un país gobernado por la izquierda hubiera tenido la amabilidad de consagrar alguna cátedra al estudio non-stop de las repercusiones cósmicas del aforismo siete, como así sucede en verdad con el aforismo siete. La amabilidad como metáfora. La idea es, pues, ésta. La izquierda es amable, mientras la derecha no. Problems. Que te trate amablemente no implica que haga una gestión amable. Además, la amabilidad no es el patrimonio de la izquierda. Es más, la derecha más salvaje también puede ser amable hasta el vómito. Hace poco un funcionario turco raptaba a un señor kurdo y, en el momento de comunicárselo, le decía simplemente "bienvenido a Turquía", amablemente, como una azafata de una aerolínea cósmica de izquierdas. Lo cual lleva a pensar que la derecha y la izquierda son amables. Es decir, que el Estado es amable. Supongo, por tanto, que del silogismo inicial la-izquierda-es-amable, se deduce que la izquierda posee una amabilidad diferente a la de la derecha. De ahí se llega a la idea de que la izquierda tiene su propia amabilidad que, como la derecha con la suya, desparrama en sus acciones y gestiones. Y en un mundo en el que hay mañanas en las que tienes serios problemas para identificar la izquierda, quizás detectar su amabilidad tenga su cosa. La amabilidad de la izquierda. Bueno. El Ayuntamiento de Barcelona tiene la amabilidad de realizar una obra pública, que denomina "dipòsit de regulació d"aigües pluvials de Viladomat". Esto encaja con la idea de que la amabilidad de izquierdas pasa por hacer obras públicas, si bien las obras públicas son un invento del megalítico e, incluso, la vida de Sinué el egipcio es la vida de un señor dado para el pelo por las obras públicas. La cosa, como sucede con las obras públicas de la derecha y de la izquierda, se inaugura varias veces. Por la mañana, con un político que, saltándose el protocolo, chuta una pelota a un chaval que está jugando al furbo por ahí. La iconografía del político amable con los niños puede ser de izquierdas o derechas, aunque es un invento italiano de, glups, los años treinta. Por la noche, se realiza un chill-out en el depósito, un par de horas antes de que se llene de agua y pase a ser otra cosa. La originalidad es una región de la amabilidad, como decía Oscar Wilde, quien creía en el socialismo, aunque el socialismo no fue muy amable con él. En la entrada del depósito hay un poli vestido de gala. Es decir, un poli amable. Aunque la guardia suiza también va de gala y es amable, si bien no de izquierdas. Para acceder allí, el Ayuntamiento ha tenido la amabilidad de invitarte. O la mala milk de no hacerlo. En todo caso, en la entrada se tiene la amabilidad de hacer la vista gorda. El local es sensacional. La música del chill-out lo impregna todo, con ritmos que te recuerdan a tu época. Se puede interpretar como una amabilidad que una institución sepa que existe la actualidad y el sign of the time, aunque sea en términos musicales. Es decir, amables. En vez de tener la amabilidad de decorarlo todo con banderas -amabilidad de derechas-, en la cosa hay proyecciones y vallas publicitarias, que tienen la amabilidad de colaborar en el proyecto y la amabilidad -¿de izquierdas?- de no esconderlo. Algunos políticos han acudido amablemente a dejarse ver con el alcalde, una amabilidad en precampaña electoral. Hablo amablemente con otros invitados. Una chica tiene la amabilidad de hacer un chiste bueno: "Si esto se inundara antes de tiempo, el Ayuntamiento se quedaría sin nadie a quien darle subvenciones". Las subvenciones, aunque no viene a tema, son a su vez una amabilidad de la izquierda. Y de la derecha. Cuando salgo, me encuentro a una azafata que niega amablemente la entrada a un chico amable -"malvenido a Turquía, pollo"-. En la calle me acuerdo de otro amigote. De izquierdas. Tenía un cargo en una institución. Tras tres meses en el cargo me dijo que, lo más de izquierdas que había hecho, era inaugurar una expo sobre mariposas. Es decir, que acudió y fue amable. No sé ustedes, pero yo a veces añoro el cabreo amable.

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