"Los madrileños solemos valorar mal nuestra historia"
Carmen Iglesias, nacida en la calle de Velázquez y vecina de Centro, es la mujer de mayor rango de las madrileñas que pueblan la Universidad y las reales academias de la ciudad. La de la Historia y el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, que dirige, saben de su presencia laboriosa. Preceptora del Príncipe y de la infanta Cristina, así como catedrática de Ideas Políticas en la Complutense, sus cargos y cometidos de tan señalada importancia no han conseguido ahuyentar de su trato el afecto y la amabilidad.Carmen Iglesias domina la técnica de enunciar sus conocimientos históricos y politológicos de manera transmisible y sencilla, lejos de la trivialidad, siempre orientados a la sabiduría que, muchos años de estudio y soledad frente a los libros y sobre la tarima de las aulas, le han procurado. Sus alumnos de la Facultad de Políticas, donde ella misma estudiara en los años sesenta, conservan el recuerdo de una persona que durante sus lecciones intentaba reducir su presencia al mínimo para que, de esta manera, brotara en aquéllos el saber.
Pregunta. ¿Por qué los madrileños valoramos generalmente mal nuestra historia?
Respuesta. Ramón Gómez de la Serna decía que al ser Madrid una ciudad abierta al exterior, los madrileños solíamos infravalorarla puertas adentro. La historia de Madrid se asemeja a los estratos geológicos, que se depositan por capas diferenciadas; pero entre esas capas se filtran componentes enriquecedores que van haciendo ganar sentido a los tiempos.
P. ¿Qué movió a Felipe II para elegir Madrid como Corte y capital?
R. Cuando lo hizo, en 1561, los madrileños no se lo acababan de creer. Pensaban que se trataba de algo pasajero. Pero eligió Madrid por muchos motivos, desde la bondad de su agua, a la templanza de su clima, la accesibilidad de sus comunicaciones, además de razones financieras, políticas y administativas de peso. También jugó un papel primordial el poder simbólico de la idea de centralidad desplegada en el Renacimiento. De ella dedujo que la capital de España debía hallarse en Castilla.
P. Con Felipe II se ha pasado de una lectura plena de negatividad a otra positiva, en cuya extensión usted ha jugado un papel crucial. ¿A qué obedece este cambio?
R. El cambio no es aún tan extenso como parece. La historiografía ha mostrado que el maniqueísmo sobre su figura, como sobre tantas otras cosas, no tenía razón de ser. Los españoles, los madrileños también, tuvimos una tendencia a interpretar nuestro vivir la historia como un fracaso. Yo sólo he luchado por combatir esta idea equivocada y por transformarla en otra más objetiva y más justa.
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