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Un emigrante triunfador

Pedro Martínez de la Rosa encontró el camino de la F-1 en el campeonato japonés de fórmula 3000

Dicen de Pedro Martínez de la Rosa que tiene todo lo necesario para triunfar en cualquier ámbito de la vida. Buena presencia, don de gentes, perseverancia, educación... Y unas manos privilegiadas para manejar un volante. Llegar a la fórmula 1 ha sido su sueño desde que empezó a competir con coches teledirigidos, preparados en casa con la ayuda de su padre, un industrial de material sanitario que ahora ya casi se ha acostumbrado a que su apellido Martínez haya desaparecido del mapa. De la Rosa no ha escatimado esfuerzos para subirse a la cima de su deporte. Antes de poder sentarse en un bólido de F-1 y verificar que, efectivamente, no hay nada como viajar a 340 kilómetros por hora impulsado por un motor de 750 caballos y frenando, de 0 a 100, en sólo nueve metros, Pedro pasó más tiempo viviendo en el Reino Unido y en Japón que en la preciosa casa familiar de Cardedeu (Barcelona), al pie del macizo del Montseny y cerca, muy cerca, del Circuit de Catalunya.Los repetidos éxitos en los campeonatos japoneses le abrieron un hueco en las agendas de los hombres más influyentes de la F-1 y, pese a la distancia, hicieron que en España se convirtiera en el adalid de un automovilismo huérfano de estrellas en los circuitos. Desde hace casi dos años se daba por supuesto que De la Rosa iba a llegar pronto al reducido mundo de la F-1, pero la crónica de este aterrizaje anunciado se dilató y dilató hasta casi desesperar al protagonista.

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El apoyo de Reyes, su novia, ha resultado fundamental para soportar los sacrificios, la soledad en Japón -cuando fue campeón lo celebró solo en la habitación del hotel- y la tardanza en concretar el fichaje por Arrows. Tener que felicitar públicamente a Marc Gené por lograr el ansiado objetivo antes que él no le costó demasiado a Pedro porque es un buen tío, pero fue una espinita que se le clavó en el corazón. Por suerte, tardó sólo una semana más en añadirse al reducido club de 22 pilotos que disputarán el Mundial en 1999.

La prueba más dura, sin embargo, llega ahora. De la Rosa ha ganado prácticamente todo lo que ha corrido. Pocos pilotos presentan un currículo tan brillante como el suyo, pero en la aventura con Arrows le toca, de entrada, ponerse el mono de trabajo, echarle horas y, sobre todo, revestirse de paciencia. La escudería británica es de las más flojas del circo. Esta temporada dificílmente le va a permitir lograr resultados destacados.

"Pero esto es un proyecto a medio plazo", recuerda el piloto barcelonés, que cumplirá 28 años el 24 de febrero y que tiene más experiencia que su colega Gené al volante de un bólido de F-1 gracias a su función como piloto probador en Jordan el año pasado. Conoce bien a la mayoría de sus rivales, pues ha competido contra ellos en las múltiples categorías inferiores en que ha participado. A más de uno, además, le ha ganado frecuentemente.

El día de la presentación oficial del acuerdo tripartito Arrows-Repsol-De la Rosa en la sede de la compañía petrolera española en Madrid, Pedro ofreció un detalle de su carácter. En su parlamento no sólo se dirigió al duque de Lugo, al ministro de Industria, al patrocinador y a los periodistas. Habló también para los empleados de Repsol que asistían al acto desde los despachos del patio central de la torre de cristal en pleno paseo de la Castellana.

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