Museo
El edificio central responde a una austera racionalidad: había que dar mucho protagonismo al contenido y hacer mínimas concesiones al espectáculo, aunque al mismo tiempo se ofreciera al visitante un juego de galerías y de espacios para que diseñase su propio programa. El Institut Valencià d"Art Modern (IVAM) acaba de cumplir una década que lo ha situado, sin exagerar, entre los proyectos museísticos más coherentes de su época. Denunció el malogrado Antonio Saura la proliferación de museos en los que el peso de la arquitectura choca con la ausencia de colección. Se preguntaba el artista si esa abundancia, tras las efusiones del reblandecido pensamiento posmoderno, obedecía a una necesidad de cerrar página, de "fijar la duradera e inquietante modernidad", de "domarla definitivamente y archivar el siglo XX". Más allá del debate sobre las instituciones museísticas como instrumentos de entretenimiento o de educación, extensible a todas las manifestaciones de la cultura de masas, el IVAM, con su colección fundacional del escultor Julio González, a quien ha reivindicado internacionalmente como uno de los grandes nombres de la vanguardia, surgió de una concepción rigurosa de lo moderno, fruto del impulso ilustrado de clasificar para conocer más que de acumular para representar un poder, en este caso el de la Generalitat. Fue Tomàs Llorens quien puso las bases de ese planteamiento, Carmen Alborch quien proyectó el IVAM en el mundo cultural, José Francisco Yvars quien consolidó sus exploraciones y Juan Manuel Bonet, ahora mismo, quien ha acentuado la fundamental revisión histórica. No faltarán quienes pongan reparos o apunten otras alternativas. Sin embargo, nadie puede negar que el IVAM se ha convertido en un modelo. Contra la vieja imagen de mausoleo (los futuristas propusieron destruir esa clase de instituciones porque las consideraban mataderos del arte) el museo moderno es criterio y, a la vez, negación de la ortodoxia, aproximación selectiva y afirmación de la diversidad. De paso, el IVAM ha asumido una función añadida: ya es un emblema de la otra identidad de la ciudad, de esa Valencia que se abre hacia fuera, invulnerable al miasma local.
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