El preso español más anciano
El almeriense, Juan José Martínez Jurado, de 88 años y mala salud malvive hacinado con otros 6.000 reclusos en Lurigancho (Perú)
Juan José Martínez Jurado celebró sus 88 años el pasado diciembre en el penal de Lurigancho, una cárcel a unos 30 kilómetros de Lima conocida por las revueltas de 1986 y 1996 y por su extrema dureza. Allí está preso desde que el pasado 29 de junio se olvidó de que estaba en libertad condicional en España y viajó a Perú. Fue detenido en compañía de una joven de 22 años cuando ambos intentaban tomar un vuelo hacia Amsterdam con cinco kilos de cocaína escondidos en sus maletas.Es uno de los casi 6.000 internos hacinados en un penal pensado para albergar a 2.000 reclusos, pero, pese a su delicada salud, no quiere salir de una celda de dos metros cuadrados que tiene, porque paga por ella; los que no, duermen en los pasillos, según relatan en la Fundación Españoles en el Mundo, que visitaron el penal este verano. En diciembre firmó un desistimiento a la propuesta del consulado para tramitar su traslado al penal de San Jorge, en el centro de Lima y mucho más benigno. En Lurigancho ha trabado amistad con alguno de los 19 españoles presos en Perú por narcotráfico; en cárceles de ese país hay también nueve mujeres, la mayoría por narcotráfico, y otro recluso acusado de estafa. De esos 28 españoles hay dos jubilados, José María Moreno Orta, de 74 años, y Santiago Montes de Oca, de 66.
Al penal de Lurigancho acude a visitarle, cada semana, Monserrat Grau, una monja franciscana natural de Tarragona, la única persona, según cuentan en la Embajada española en Perú, de la que Martínez Jurado se fía. "Hace un año que voy a esa cárcel y visito al señor Pepe una vez por semana", cuenta la hermana Monserrat. "Me dijeron: "Tienes un paisano en Lurigancho", y desde entonces, cada lunes, le llevo lo más esencial y le administro la plata que le da la embajada", 150 dólares al mes (16.900 pesetas), como a cada preso español en Perú. "Esta semana estaba constipado" y sufre de dos hernias y cataratas.
La religiosa cuenta que "el señor Pepe", que nació en Almería, residió en Barcelona y acumuló amplia experiencia penitenciaria, dice no tener familia en España y sólo habla, a veces, de una sobrina, a la que no quiere contar dónde está. Reconoce que el más veterano de los reclusos españoles en cárceles extranjeras admite pocos consejos. "Le dije que quería hablar con él, para mejorar su autoestima, y contestó tajante: "Yo, no, que yo ya me quiero". Al principio parece duro, pero después tendría usted que verle, ¡tiene una cara de bueno!".
El juicio del anciano aún no ha comenzado, pues, según cuentan en el consulado, él y su joven acompañante "no se han acogido al arrepentimiento", una fórmula que agiliza los trámites judiciales para narcotráfico en Perú. Y mientras no hay sentencia, no se puede aplicar el convenio de traslado para cumplir la pena en España.
El senador socialista Ignacio Díez González, que ha volcado su tarea política en gestionar mejoras para los reclusos españoles en otros países, advierte de que el traslado no es nada fácil desde Perú. Díez González alertó al consulado de la situación del más veterano de los presos españoles y pidió, sin respuesta, a José María Aznar que intercediera por ellos en su visita a Perú en septiembre.
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