Arco..., una feria
Primera parte: lunes 15 de febrero. Doce horas del mediodía. Llegamos a la entrada principal. Taquillas. Una cola de 150 metros con un montón de personas ateridas de frío. Doce o catorce ventanillas, todas cerradas, excepto una. Tras casi una hora de espera, ya, por fin, nos llega el turno. En ese momento se produce el milagro: tres, cuatro ventanillas más se abren y se disuelve la espera. Pero han tenido que transcurrir 55 minutos por la imprevisión de algún incompetente.Segunda parte: cuatro de la tarde. Hemos recorrido por los pasillos algún kilómetro. Estamos gozando del espectáculo, pero, agotados, buscamos las cafeterías. Con apenas una docena de asientos, se hallan saturadas. Decidimos, mi esposa y yo, buscar un sitio discreto, en un lateral escondido, y sentarnos... en el suelo. No ha transcurrido un minuto cuando un vozarrón autoritario nos ordena: "Levántense inmediatamente. Ustedes no pueden sentarse ahí". "Pero es que", balbuceo, "no hay en la feria ni un solo asiento, ni un solo banco, nada donde poder sentarse...". "Ése no es mi problema", me replican dos metros de guarda de seguridad.
Epílogo: tenemos el mayor parque ferial de Europa, ¡bien! Tenemos la mejor feria de arte de Europa, ¡bien! Tenemos la mayor afluencia de público de Europa, ¡bien! Pero, por favor, señores responsables, dispénsennos al menos un trato también europeo, no de borregos. Sí, ya sé que Arco es una feria, sí, pero de arte. Y queremos seguir disfrutándola otros 18 años más como mínimo.- , Alicante.
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