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Entrevista:ANTONI BATISTAPERIODISTA

"El tren de Lizarra va disparado y el de Aznar sigue en la estación"

Desde la privilegiada atalaya que concede haber trabajado 25 años informando sobre la realidad vasca, Antoni Batista (Barcelona, 1952), dice que "habría que incrementar los gestos de distensión en vez de magnificar los escollos que surgen día a día" en Euskadi. Pregunta. Sorprende que una persona tan puntillosa al desechar en sus artículos términos como banda terrorista o proetarra haya titulado su último libro Diario privado de la guerra vasca (Editorial Plaza Janes). ¿De qué guerra habla? Respuesta. Es cierto que trato de ser exigente en los términos que utilizo. El concepto de guerra de posiciones se ha quedado obsoleto, las guerras de hoy son guerras de alguien que está armado contra alguien que está indefenso. P. ¿También en Euskadi? R. En el País Vasco puede ser discutible porque no estamos acostumbrados a utilizar el terrorismo como una forma de guerra, pero lo damos como normal cuando hablamos de la guerra de Irak. El otro día una noticia señalaba que un avión estadounidense había bombardeado objetivos iraquíes y dejado siete víctimas civiles, entre ellas dos niños. ¿Éso es una guerra? P. Cuando habla del tratamiento informativo, critica al periodista por haberse convertido más en un "vocero" que en un profesional. R. Soy autocrítico con la profesión. El periodista tiene que enfrentarse ante un ecosistema de información que está en permanente cambio. Habría que detenerse un poco. P. Pero no hay tiempo. Tal vez hemos pasado de la década del periodismo de investigación del caso Watergate al periodismo de sensación con ejemplos como Lewinsky o O. J. Simpson, donde las fuentes han ido dosificando la información de manera interesada. R. Es cierto. Sin irse tan lejos, ahora mismo hay un proceso de intoxicación en la información sobre el proceso de paz. El que intenta intoxicarte políticamente tiene toda la legitimidad; otra cosa es el papel del periodista que se presta a eso. P. ¿Y qué les diría a los que afirman que los medios deben implicarse en el proceso de paz, que deben jugar un papel? R. El periodista tiene su ética personal y ahí no me meto. No creo que se tenga que implicar en nada. Nadie tiene derecho a tener que pedir un plus a nadie en un tema tan delicado. Pero el periodista tiene que tratar de hacer llegar a su lector todos las caras de una realidad tan poliédrica como la vasca, incluso aquellas que no comparte. P. ¿Por qué se empeña tanto en su libro en buscar un hilo común entre casos tan distintos como el vasco y el irlandés? R. Es un diario personal y yo he tenido la suerte de seguir y conocer ambos procesos durante todos estos años. Hay similitudes, paralelismos y diferencias muy grandes. Para mí, la lección de Irlanda es que es posible que dos comunidades enfrentadas que se han matado durante décadas acaben por darse la mano y se entiendan. P. En el libro utiliza la fórmula del diario y ha dado el paso de desvelar esos off the record (información confidencial) que ha guardado con tesón todos estos años. R. Hombre, siempre te guardas algún billete en la cartera por si te quedas sin un duro [entre risas]. Es una sensación agradable. La gente tiene muchas cosas que contar, y si escucháramos más al adversario las cosas discurrirían diferentes. P. ¿Hay un proceso de paz, es incipiente, está blindado? R. Creo que no valoramos la situación histórica que tenemos delante. Llevamos ocho meses sin un asesinato y sin condiciones. Me gustaría que los políticos que nos representan dieran pasos aprovechando esta oportunidad, y hay inteligencia en las dos partes. P. Usted valora la inteligencia política de José María Aznar y también la de Arnaldo Otegi. ¿No será que hace falta también sentido de Estado? R. Aznar tiene talla de estadista. Ardanza también la tenía y también la posee Otegi y su generación en ETA, Mikel Albizu, Antza. Los mimbres para el proceso están ahí: la tregua y los que la han hecho posible. P. Hay quien piensa que el tren de Lizarra va tan rápido que no da tiempo a que la gente se suba en los andenes. R. La nueva mayoría nacionalista es soberanista y es legítimo. Pero los que no lo son, no tienen que sentirse heridos. El tren de Lizarra va muy deprisa y, por contra, el de Aznar está en la misma estación. Y todo en medio de otro proceso electoral. Y cada elección en Eskadi más parece un referéndum de Quebec. Así será en junio. P. ¿Usted que ha estudiado en profundidad el caso Hipercor, qué opina de la polémica con las víctimas? R. Lo que no puede ser es que unas víctimas pasen de tener que esperar 10 años para cobrar las indemnizaciones a estar en el centro del debate. Y a ser utilizadas. Es terrible que estas personas se presenten a sí mismas como víctimas del terrorismo. Entre todos deberíamos ayudarles a recuperar su condición de personas.

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